La actividad Los Martes de la Ermita , que la Fundación Bodegas Campos celebra en la antigua ermita de la Candelaria --tan amorosamente recuperada con la sabia intervención del arquitecto Arturo Ramírez--, se ha ido consolidando como un foro cultural en el que plurales voces tratan los más diversos temas relacionados con Córdoba, seguidos de animados coloquios estimulados por la obsequiosa copa de vino --de Montilla, claro-- que ofrece Pepe Campos, anfitrión y maestro de ceremonias.

Un reciente martes ocupó la tribuna el arquitecto conservador de la antigua Mezquita y hoy Catedral Gabriel Rebollo Puig, que nos deleitó con una charla titulada "La restauración de la luz en la Catedral", ilustrada con planos y fotografías. Con palabra encendida Gabriel supo transmitir a los atentos oyentes no sólo su profundo conocimiento del monumento universal, en el que lleva treinta años trabajando junto con Gabriel Ruiz Cabrero, sino también su profundo amor al edificio.

Si la arquitectura es esencialmente un espacio vivido, la obligación del arquitecto restaurador debe ser restituir ese espacio, dijo. Pese a la acumulación de épocas históricas y de estilos artísticos que pesan sobre la Mezquita-Catedral el monumento guarda unidad, constituyendo una obra maestra de la arquitectura y un documento histórico. Pero además es un edificio vivo por estar en uso, pues la arquitectura es para vivirla, no solo para contemplarla. Según Rebollo la primitiva mezquita erigida por Abd al-Rhaman I en el siglo octavo fue "el último monumento clásico", hijo de Roma y de Siria, cuyos arcos superpuestos recuerdan los acueductos romanos, y quien lo dude que se asome al Patio de los Naranjos un día de intensa lluvia para ver las cascadas de agua que escupen las canales.

Alabó Rebollo el amor que históricamente demostró la ciudad por el edificio, clave de su conservación, pues tras la conquista fernandina la mezquita no se destruyó, como tantas otras, sino que se conservó y se integró en un templo cristiano, un verdadero milagro. Y aseguró que los Hernán Ruiz, artífices de aquella integración arquitectónica, al levantar la capilla mayor metieron "un verso nuevo en un viejo poema" --qué bonita metáfora--, es decir, introdujeron una explosión de luz, ahora recuperada, en el corazón del edificio. El arquitecto también evocó la oscuridad reinante en la primitiva Mezquita, sin más luz que la del contiguo patio, frente a la luz que inundó luego el recinto cristiano a través de ventanales y lucernarios. Para intervenir en el edificio el conservador debe entenderlo en la complejidad de su arquitectura heredada y a la vez en su unidad, sin olvidar los criterios de utilidad, belleza y solidez vigentes desde Vitrubio. Rebollo reveló que trabaja ahora en el delicado proyecto de restauración de los arcos que dan al patio, desde el respeto y la cautela, y desmintió al Duque de Rivas tras comprobar que el Arcángel que corona la torre nunca estuvo dorado, como aseguró el poeta.

Después de escuchar a Gabriel Rebollo estoy seguro de que la conservación de la antigua Mezquita, hoy Catedral, está en buenas manos, sabias y prudentes, respaldadas por un Cabildo que bendice sus criterios técnicos, pues a arquitectos y canónigos les une el interés común de velar por el cuidado y mejora de nuestro monumento universal. No hay más que visitarlo ahora para apreciar cómo resplandece más que nunca, tras las últimas restauraciones, entre ellas la del crucero, que ha permitido abrir una treintena de óculos y ventanas, antes cegados, por los que entra la luz, una explosión de luz que enaltece ese mágico lugar donde se lleva dos mil años rezando a Dios, independientemente de los nombres que reciba.

Ahora el proceso restaurador sin fin se centra en las capillas. Recuerdo que hace años muchas estaban transformadas en oscuras atarazanas, cubiertas con telones que ocultaban su vergüenza, y ahora lucen iluminadas y limpias, objeto de constantes cuidados; la última ha sido la de la Virgen de la Antigua --una pintura de raigambre bizantina-- en el muro norte, restaurada por Anabel Barrena y su equipo, como informa un panel muy didáctico. Animo a los cordobeses a visitar con frecuencia, como turistas, la antigua Mezquita, hoy Catedral, aprovechando así el privilegio de la entrada gratuita para disfrutar de las inagotables emociones estéticas que el monumento regala. Visitas familiares con hijos o nietos para inculcarles desde pequeños el amor a Córdoba.

* Periodista