Una de las cosas que nunca he soportado es el uso y abuso de palabras hueras, vacías de contenido. Y menos aún las equívocas, la polisemia y la anfibología. Se discutió en la transición si al acrónimo del PSOE se le debería de suprimir la O de obrero, puesto que ya no sólo se afiliaban los considerados stricto sensu como obreros. El PSOE fue de los primeros partidos socialistas (marxista) en Europa, como expresión de los intereses de las nuevas clases trabajadoras de la revolución industrial. La corriente populista y la demagogia triunfaron sobre la semántica y perdura el nombre de obrero, pues para ello hubo quien se encargó de pervertir el auténtico concepto de las profesiones: un profesor era un obrero de la enseñanza, un director de banco es obrero del dinero, un pianista es el obrero de la música lo cual lo equipara con el que suda trasportando el instrumento, la obrera del amor con la obrera de la que friega las escaleras. Evidentemente como señuelo a nivel popular se agradece, pues te identifican con tu oficio. Pero a nivel de clases socialmente bien instaladas es una falacia decir y sentirse obrero, por no decir que es un auténtico sarcasmo, un insulto al verdadero, al tipógrafo que lo fundó. El saber popular dice algo que a mí me convence: trabajo es aquello que no harías si no te pagaran por ello. Con esto me quedo. Obrero es el que hace un trabajo que no harías si no fuera por dinero.

Nunca me ha gustado oír decir a un médico o enfermera que van al hospital a trabajar a pesar de saber que es uno de los trabajos más duros del espectro universitario, pero creo que si la motivación es sólo por un salario sería alardear de ser un profesional paupérrimo. Esas profesiones deben de producir al que la ejerce más plenitud intrínseca que el dinero. Muchos sin cobrar las ejercen. "Proyecto visión" en Etiopía es un ejemplo y no conozco que por vocación baje a la mina ningún minero.

En un riguroso estudio en USA se estableció que un principio activo tiene una eficacia 20 veces superior recetado por un buen médico versus al prescriptor poco motivado. Es el efecto placebo que transmite el buen arte de curar. Y ese veinte por ciento es la eficacia del curandero que convence con sus parafernalias y hechizos, de ahí la mejoría pasajera, pero no alcanza los niveles de eficiencia necesarios para sanar.

En política pasa lo mismo. Un cambio en los gobernantes produce efecto placebo. Sales contento, pero si en vez de cambio es más de lo mismo, sólo durará el bienestar el tiempo que desaparece el efecto placebo. Y si el que se mete es por medrar poder o sueldo, no solo no obtendremos efecto placebo sino el nocebo.

Es curioso que el partido socialista obrero no haya promovido al gobierno de España a ningún fontanero, albañil ni carpintero. Sin embargo, aunque se quiten la corbata y se pongan la chaqueta de pana, hemos conocido a abogados, profesoras, empresarios. O sea que se conserva la palabra obrero para atraer y retener los votos de los que fueron los sujetos de su fundación, pero a la hora de elegir los gobernantes salen los que tienen coche de alta gama, cuadras de caballos, cátedras universitarias, etcétera. Son una clase obrera sui generis . Una componenda que al parecer les está resultando eficaz y todos pican el engaño. Hay más distancia en abalorios entre gente del PSOE con Izquierda Unida que con el PP. Y gente que por coherencia no se afilian, aunque los voten, al no considerarse obreros.

Al salir de Sevilla, tras su retiro espiritual, fortalecedor según dicen los que estuvieron, nos han mandado el mensaje cantando como los siete enanitos de blanca nieves. Encabezados por Rubalcaba y seguidos por todos los triunfadores van diciendo: Ay Ho, Ay Ho, silbando a trabajar-Tararín tarará . Hoy Soraya Rodríguez ha dicho ante las cámaras que iba a trabajar.

O sea que el santo y seña del nuevo equipo del PSOE (siguen sin querer llamarlo PSDE --social demócrata--) no dirigido ni por hilanderas ni por herreros, ha sido: "A trabajar". ¿Qué impacto han querido producir en los españoles con esa consigna? Lo primero que puede parecer es que estaban parados y han ganado un puesto de trabajo, lo cual no es creíble porque Rubalcaba no para de salir en TV desde hace más de dos años sudando. Lo segundo, conseguir una resonancia sincrónica, un efecto subliminal en las bases en paro, arsenal de votos para mañana, y estimular a la esperanza de que les llamen una mañana para ir al tajo.

Contaba mi padre que tras una noche trabajando como un obrero sacando a mi hermana del útero de mi madre fue a mi dormitorio cuando tenía cinco años y me desperté. Entonces me dijo: - Hijo, esta noche has tenido una hermanita y ya tenemos que trabajar más para darle de comer. Entonces ni corto ni perezoso me tiré de la cama me agarré a su mano en pijama y le dije: - Papá ¡Vamos!

O sea que ante esa llamada de "¡A trabajar, a trabajar, a trabajar!" se habrán tirado de la cama los cinco millones de obreros españoles y habrán dicho: - Vale, Rubalcaba, ¡vamoooos! Y se dirán ¿por qué no nos llamaría antes de que malvendiéramos el pollino y nos comiéramos sin cebar al cerdo? ¡Ingenuos! si los que van a trabajar en los sillones del AVE y despachos son ellos. Vosotros a votar.

*Catedrático emérito Medicina. UCO.