Recuerdo las declaraciones de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, cuando decía desconfiar de toda "democracia con apellidos", de términos como "democracia popular", que vienen a esconder una dictadura de izquierda, o de otros como "democracia orgánica" de la época de Franco. A Aguirre le gustaba solamente "democracia, a secas", dijo, eso sí, como crítica velada al movimiento 15-M y su forma de entender la democracia.

Pero creo que la presidenta de la comunidad de Madrid se equivoca en dos cuestiones. Primero, en que "su" democracia también tiene apellidos, y se llama "democracia representativa" e incluso para algunos "partitocracia". Porque los partidos son una parte importante, importantísima, imprescindible de la democracia, pero no es toda ella.

Y el segundo error, cada vez más extendido entre políticos y medios de comunicación, también en Córdoba, es el de enfrentar la democracia representativa con otros mecanismos que tiene la democracia, como la propia prensa, los órganos de participación ciudadana a los que se les hace más o menos caso (más menos que más) e incluso a movimientos como el 15-M.

Porque está la cosa muy calentita, y bastante problemas tenemos para desoírnos unos a otros, para que los partidos políticos se divorcien aún más del sentir popular mientras que a los que piden participación y mecanismos complementarios a la democracia representativa o de partidos pagan el pato de la crisis. Más aún tras la reforma laboral, que no sé si será cuestión del Constitucional, pero en algunas cosas es de juzgado de guardia. Ya digo, está la cosa calentita y estamos agotando los últimos cartuchos para que salgamos todos juntos de la crisis y en paz. Oigámonos.