El jurado de Valencia que por cinco a cuatro declaró ayer no culpables de un delito de cohecho impropio al expresidente de la Generalitat valenciana Francisco Camps y al exsecretario general del PP en aquella comunidad Ricardo Costa ha cerrado el caso de una forma sorprendente. Porque después de oír las grabaciones de las conversaciones mantenidas por los encausados con los personajes más relevantes de la trama Gürtel, y oídos en la sala los testimonios aportados por las acusaciones, no puede causar más que sorpresa la consideración "meramente comercial" de las relaciones entre los acusados y sus digamos benefactores.

A la espera de que se haga pública la sentencia que el juez Juan Climent debe redactar a la luz del veredicto, cabe decir que los indicios de que Camps y Costa habían actuado de forma poco presentable eran suficientemente contundentes como para que la justicia actuara. Cabe añadir que el juez instructor que se hizo cargo de la causa hizo lo debido al dictar el procesamiento. Y conviene añadir que la acusación presentó el asunto de forma convincente. Todo lo cual no va en detrimento del respeto debido al jurado, que se supone que ha deliberado con rigor e imparcialidad al descartar que los procesados tuvieran un comportamiento delictivo. Desde el punto de vista político, es evidente que el caso de los trajes ha dividido a la sociedad valenciana hasta el último día y, de forma menos ostentosa, al PP. Y es del todo evidente que, aunque el veredicto de no culpabilidad aligera la carga, los populares valencianos no deben volver a la casilla de salida y actuar como si nada hubiese sucedido.