El 1 de enero entró en vigor la Ley del Presupuesto de la Junta de Andalucía para 2012, que contiene la expresión cifrada y mareante --más de 1.800 páginas-- de los ingresos previstos y de los gastos que el Parlamento autoriza, por importe superior a 32.000 millones de euros. Cantidad fabulosa que en pesetas alcanzaría casi los cinco billones y medio. Como aquéllos han de igualar a éstos, la diferencia se salda con préstamos, con deuda. Cuestión que merece la pena, en su momento, analizar.

Los economistas dicen que se trata de un instrumento de política económica de gran magnitud, pero su crecimiento desmesurado año tras año parece pretender solamente el prestigio político de sus responsables. En 1980 son algo más de dos millones de euros, que pasa a más de siete mil en 1990 y más de 16.000 millones diez años después. En 2010 ya estamos en la impresionante cifra de 33.700 millones. Pero la riqueza de Andalucía no ha crecido a ese ritmo. Entonces, ¿a qué responde esta forma de hacer política? Porque, si se desmenuza, el Presupuesto produce desasosiego. De sus 114 Programas de Gasto, muchos cansan por su desparpajo. Por poner un ejemplo, la Cooperación Internacional, que corresponde al Estado, se lleva más de 77 millones.

¿Cómo es posible que de esa ingente cantidad solo el 3,8% se prevea destinar a inversiones reales, en una región con tasa de paro por arriba del 30%? ¿Cómo es posible que entre transferencias corrientes, donde están la mayor parte de las subvenciones, y las transferencias de capital, se lleven el 48% del Presupuesto? En definitiva, el Presupuesto crece más de un 1% respecto a 2011. Y los gastos de personal, que representan casi un 31% del gasto total, otro 1%. Y como no hay quien lo cuadre, la deuda aumenta más de un 18%, nada menos que 2.230 millones, mucho más que las inversiones reales. Puro disparate.

* Licenciado en Ciencias Políticas