El Costa Concordia tendría que haberse llamado Europa , porque mientras más vamos sabiendo del caso, más podemos trazar un paralelismo entre el barquito y nuestro no--país, antes continente. Al igual que Europa, este tipo de cruceros ha perdido su glamour: perdido el glamour y la cultura, cualquiera puede embarcarse hoy en un crucero o venir a embarcarse aquí sin el menor propósito de respetar nuestros valores. Al igual que Europa, el barco estaba dirigido no se sabe bien por quién, en todo caso por la desidia, la cobardía, la pérdida de objetivos y bagajes morales. Al igual que la Europa de la cúpula, maridada con el placer de las riquezas fáciles, al capitán Francesco Schettino lo han pillado metiendo mano en horas de trabajo. Para colmo, ahora se dice que el crucero podría ir forrado de inmigrantes clandestinos, mira qué casualidad, como Europa, que prefiere aceptar carne de trabajo a cualquier precio sin pararse a dignificar a los recién llegados. Y, claro, cuando no se tiene una idea clara de adonde se va, cuando uno se acerca a los escollos por hacer el ganso perdiendo de vista el rumbo, cuando un proyecto ya no cree en sí mismo ni en lo que representa ni representó, acaba escorado por la banda de estribor haciendo aguas; y entonces, en la negrura de la noche y el desconcierto, se oye el grito de "las mujeres y los niños que se busquen la vida", mientras el que puede huye a codazos en las chalupas de salvamento sin que nadie se quede a bordo escuchando la orquesta. Quizá Schettino merezca este año el premio Carlomagno.

*Profesor