Si el entrenador del Madrid, José Mourinho, fuera un actor, yo lo admiraría mucho. ¡Qué personaje ha creado! Si fuera un actor, me maravillaría la perfecta expresividad que consigue en cada una de sus apariciones en el teatro de las ruedas de prensa. Esa mirada dura debe de ser el resultado de un entrenamiento severo. Porque todo el mundo puede endurecer en algún momento la mirada, llevado por un hecho que ve o por una frase que alguien le dice.

Pero saber mantener siempre, ante el público que le escucha, esa singular mirada fija, convertida siempre en barrera, tiene mucho mérito. No está al alcance de todos. Algunos pueden ver en ella agresividad; otros, desprecio; otros, soberbia. Quizá los psicólogos descubrirían una voluntad de no comunicarse, algo así como una mirada impenetrable, una mirada pared.

Y el tono de voz también es digno de estudio. Ya se sabe que, para un actor, la voz es importantísima. Se utiliza para expresar alegría, tristeza, temor, ternura. La voz es un instrumento que tiene su música, sus oscilaciones expresivas. En cambio, la voz de Mourinho es siempre monocorde; se diría que tiene obstruidos todos los canales de la flexibilidad. Tanto si gana el partido como si lo pierde, tanto si llueve como si hace sol, la voz de este hombre no se permite ninguna inflexión. En algunas películas hay actores que trabajan la voz para conseguir mejor la interpretación de un personaje huraño, insociable, despectivo. Yo no creo que el tono de voz del entrenador blanco sea un producto natural, sino el magnífico resultado de un estudio realizado a conciencia.

Mourinho es un actor que, tal vez un poco fatigado por su papel, prueba fortuna en el campo de la dirección teatral. Y, naturalmente, defiende a sus actores, lo que demuestra su espíritu de comprensión y solidaridad. En el último partido contra el Barça, su jugador Pepe sobreactuó cuando se puso a dar patadas y aplastar manos de un colega del escenario, a quien habían echado por tierra.

Y aquí es donde surge la paternal protección del director Mourinho, al decir que su actor Pepe no hizo nada malo, sino que hizo "un gran trabajo". Es un buen gesto estimular a quienes se equivocan.

Pero lo que admiro más de Mourinho son las frases que dirige a la platea de periodistas. Uno de ellos le hizo una pregunta que no le gustó. Respuesta: "Entiendo siempre, pero no escucho". Profundísima frase. Me sonaba a Shakespeare.

* Abogado