La aristogracia, esa rancia institución tan cercana a la no menos rancia institución monárquica, continúa fascinando al pueblo. No es de extrañar, por tanto, que el rojerío republicano de Marinaleda, especialmente el femenino, alucinara con el encuentro del heredero del Ducado de Alba con dos visionarios de la Historia como el Cañamero y el Sánchez Gordillo. Esas cosas ocurren en nuestra tierra, en lugares donde el mesianismo es el positivo y el negativo de la misma irredenta realidad. Por esa misma zona geopolítica de la Marinaleda de Sánchez Gordillo surgió hace años el misterio glorioso de la Santa Faz del Papa Clemente que se quedó con la gente, según la copla del recordado Carlos Cano. Pensando en todo esto creo que a los singracia de la derecha castellana les iba a resultar incómodo gobernar Andalucía. Muy incómodo para sus parámetros mentales, más del páramo y de la estepa que de las campiñas luminosas de nuestro soleado pensamiento del sur. Pues eso: que los irredentos de la Marinaleda de Cañamero y Gordillo recibieron al duque bajo las almenas de sus castillos de aire revolucionarios con toda la educación de la buena gente nuestra. Sin menoscabo de dignidad ni ápice de feudales sentimientos, los líderes campesinos le bajaron los humos de sus aristocráticas confusiones y le pidieron (si fuera posible, duque) una de esas innumerables fincas cercanas a los predios de Marinaleda, más que nada para que deje usted de hablar, duque, del PER y del ganduleo proverbial que la gente de su sangre exquisita suele atribuirnos mientras nos chupa la nuestra. Mire usted, duque, o mira tú, compañero (dirían el Cañamero y el Gordillo) nosotros hemos conseguido sacarle a las tierras comunales más rendimiento que vosotros sacáis a la vuestras. Incluso hemos conseguido aumentar ese rendimiento manufacturando los productos del campo que nosotros explotamos en armonía cooperativa. Por lo que se sabe, el Duque de Salvatierra les dijo que la propiedad privada no se toca, que la protege la Constitución, sobre todo cuando la propiedad privada es de los que no tienen miedo al desahucio como les pasa a los pobres con las hipotecas. Muy educadamente, el Cañamero y el Gordillo juntaron a los suyos en la plaza, como en los tiempos de la leva y despidieron al hijo de la Maja nublada con el puño cerrado, aunque eso ya no se lleve, mientras las mujeres de Marinaleda, que también leen revistas del corazón, miraban con disimulada adoración al prototipo de cualquier episodio del romancero violeta. No sé yo si, allá por los próximos idus de marzo nos dejamos arrebatar por eso de la tontura veleidosa del paisanaje, el último territorio no conservador del país y se lo dan al Arenas, un político con tanta jeta que, habiendo declinado la UCD y hasta que se colocó con Fraga, le llegó a pedir acomodo en su día nada menos que a Alfonso Guerra, para no desparasitarse del cuento de vivir de la política. Si ese hombre extraño, de mirada torcida, gobierna Andalucía, a muchos de nosotros nos acuciaría la necesidad ontológica de pedir asilo político al Cañamero y al Sánchez Gordillo, que con más o menos dificultades mantienen en su Marinaleda roja el incumplido sueño de la utopía. Allí solicitaremos refugio ético todos los que no vamos a conformarnos con que los colegas ideológicos del Duque de Salvatierra y el resto de los aristogatos, gobiernen Andalucía cuando lleguen los próximos idus de marzo y nuestros paisanos se pongan al nivel de la Maja nublada y vayan a votar de nuevo como creyentes ilusos a los singracia de pensamiento mesetario que, habiéndole comido el coco al resto de España, se atreven a despreciar nuestra inteligencia como pueblo.

Desde las campiñas luminosas y abiertas de nuestros pensamientos podemos creernos cualquier cosa, menos en las promesas de quienes las incumplen, como los de Rajoy, al día siguiente de ganar las elecciones.

* Poeta