El congreso extraordinario que el PSOE celebrará a principios de febrero en Sevilla es tan decisivo para el futuro de la izquierda española que resulta inexplicable la decisión de quienes administran en estas semanas la dirección del partido de no permitir un debate cara a cara entre Carme Chacón y Alfredo Pérez Rubalcaba, casi con toda seguridad los dos únicos candidatos a la secretaría general. Si la confrontación de pareceres resulta, como no es preciso insistir, un elemento consustancial a toda democracia, aún más perentoria es en estos momentos en las fuerzas progresistas para dotarse de un rearme político e ideológico con el que combatir la apabullante supremacía liberal-conservadora.

Es cierto que el PSOE debe saber vencer la tentación cainita, y que lo último que esperan los ciudadanos españoles es una lucha descarnada de Chacón y Rubalcaba por el poder en sí mismo. Pero ambos son personas con acreditada responsabilidad como para que un debate cara a cara signifique una aportación positiva y no un espectáculo de ambiciones desatadas en el que todo vale. Los españoles --todos, no solo los que votan socialista-- tienen derecho a conocer con claridad las diferencias entre las propuestas de ambos, ahora apenas insinuadas. Si los dos están de acuerdo, el aparato del PSOE no tendrá ningún argumento político ni técnico para mantener su negativa al debate.