Rajoy no sabe verdaderamente en qué lío se ha metido. Lo peor que podría ocurrirle a este adorador de Keynes es que su mayoría absoluta no se convierta en mayoría absolutista, como van a exigirle aquellos de su partido que solían llamarle "maricomplejines" en tiempos muy recientes. Ahora tiene el gobierno y lo peor que podría sucederle es que, dada la envergadura económica de la crisis, no supiera qué hacer con esa mayoría que inmerecidamente se ha ganado en las urnas. Y digo inmerecidamente porque jamás he visto a un político con menos responsabilidad en el ejercicio de la oposición en la que, con absoluta dejadez de sus funciones, no ha movido un dedo para colaborar con el gobierno en la lucha antiterrorista ni mucho menos contra la crisis económica y las medidas adoptadas con traición a sus votantes naturales por Rodríguez Zapatero. Como en la viñeta tipo de Peridis, Rajoy ha contemplado desde la placidez de su tumbona cómo se le venía el poder de gobernar a las manos sin haber hecho el menor mérito. Bueno, un mérito sí ha tenido, el de superar (no se sabe cómo) el miedo que siempre produce la derecha española cuando gobierna. Ha estado tan prudente Rajoy en no asustar desvelando sus cartas que su discurso único se ha diluido en un "depende" perpetuo. En eso ha estado muy gallego Rajoy, alejándose de la mayoría de sus correligionarios que siguen sin entender por qué dan tanto miedo cuando les toca gobernar. Con Rajoy nunca sabe uno a qué atenerse, es un hombre impostado y eso, que debe producir una enorme desconfianza, se ha convertido en su mayor rendimiento electoral. Porque bajo esa capa que todo lo tapa de su pensamiento conservador-reformista para embaucar a un electorado que no es su electorado natural, puede ocultarse la caja de Pandora de sus verdaderas intenciones para cuando comience a gobernar. Y eso sí que da miedo, teniendo en cuenta no sólo la proximidad histórica de los gobiernos de Aznar sino todo un pasado de la derecha española desde Cánovas al Bienio Negro de la república. Los motivos para temer a Rajoy, el hombre que no quería ser temido, muy pronto los vamos a conocer. Por enunciar esos motivos propondremos las siguientes demandas que los suyos reclamarán a Rajoy. La austeridad como horizonte ideológico absoluto. Las privatizaciones sin problemas de lo público. La debilitación consecuente del Estado y la consagración de los privilegios de los que más tienen. La regresión ideológica con la consecuente pérdida de los derechos de ciudadanía que ha costado tanto tiempo conquistar. La devaluación del Estado de las autonomías con la consiguiente desvertebración y la pérdida de la cohesión social. La implantación de nuevas políticas xenófobas y de exclusión de las minorías sociales. El abaratamiento del despido y el recorte del desempleo. El desmoronamiento del contrato social hasta límites que ni los más pesimistas podrían entender. La anulación de todas las leyes sociales y de igualdad que el PP tiene recurridas al Tribunal Constitucional. Esas son las señales que nos llegan desde todos los lugares en los que gobierna el PP, lugares en los que, para más inri, no se han aplicado en los últimos años algunas de las políticas auspiciadas por los últimos gobiernos socialistas. Podemos hablar de leyes tales como la ley de dependencia, la reformada ley del aborto, la ley antitabaco, la de la memoria histórica, la del matrimonio homosexual.

En lo concerniente a los derechos laborales, de la moral y las costumbres, de las ayudas sociales, de la educación pública, de la sanidad pública no tardaremos en entender la justificación de ese miedo a la derecha de toda la vida. Con un poder tan absoluto como el que ahora tiene el PP, ahora van a enterarse lo que vale un voto los que le han otorgado a este partido un derecho casi feudal.

* Poeta