La trascendencia de los resultados salidos de las urnas la conoceremos cuando sepamos cuál va a ser el futuro de la situación económica, qué capacidad de actuación tendrá el nuevo gobierno y si Europa es capaz de caminar por la senda iniciada de la Unión Europea o si por el contrario se producirá una transformación de las estructuras comunitarias. Por lo pronto, el 20-N ha vuelto a demostrar la importancia de que los ciudadanos participemos en los procesos electorales. Desde la perspectiva de la teoría política las elecciones sirven para dar forma a la representatividad del cuerpo electoral, votamos de forma libre entre diferentes opciones partidarias y determinamos quiénes serán nuestros representantes. Como consecuencia de ese acto, decidimos también quién debe ser el que aplique su programa de gobierno: ahora, dada la mayoría absoluta obtenida, será el PP el que pondrá en marcha su proyecto. El hecho de que el nuevo ejecutivo deba su legitimidad a las urnas sin duda contribuye a una mayor legitimidad, lo cual debe suponer, de inicio, una cierta ventaja con respecto a lo sucedido en Italia o en Grecia, aunque los gobiernos de dichos países tengan su propia dosis de legitimidad, en cuanto que son sistemas parlamentarios, donde las cámaras deciden sobre la formación del poder ejecutivo.

En ese marco general que nos ofrece el 20-N podemos insertar otras consideraciones en relación con el ámbito andaluz y con el cordobés. En el primer caso: ¿se pueden extrapolar esos resultados a las autonómicas? ¿de qué manera influirán en las próximas elecciones al Parlamento andaluz? Recordemos que en 2008 los socialistas consiguieron en nuestra Comunidad 36 escaños, mientras que los populares alcanzaban los 25. La situación ahora se ha invertido, y hemos pasado a 25 socialistas por 33 a favor de los populares. Se abre una incógnita ante la próxima convocatoria electoral en Andalucía, ya que este resultado podría producir un doble efecto. O bien sirve para consolidar la victoria de Javier Arenas, aunque con la incertidumbre de qué grado de influencia tendrán las medidas que a partir de ahora adopte el ejecutivo presidido por Rajoy, o bien podría generar entre el electorado de izquierdas una reacción para evitar la derrota de Griñán y de esa manera impedir que se consolide ese "poder absoluto" del que habló Rubalcaba en el final de su campaña.

En Andalucía han concurrido como cabezas de lista tres miembros del gobierno actual, en Málaga, Cádiz y Córdoba, y los tres han obtenido peores resultados que en 2008. En el caso de la circunscripción cordobesa, recordemos los datos históricos que ayer publicaba este diario: los socialistas han ganado en nueve de las diez convocatorias electorales desde 1977; solo fueron superados por el PP en el año 2000 por 1.441 votos, pero con el mismo número de diputados. Sus mejores resultados, en términos porcentuales, los obtuvieron en 1982 (57,22%), 1986 (53,55%) y 2008 (50,71). En ese último año, nuestra provincia tuvo una característica compartida con las de Cádiz y Huelva: fueron las únicas de Andalucía en las que el PSOE mejoró su porcentaje, aunque descendiera el número de votos obtenidos por sus candidaturas. Con los resultados de ayer, que han bajado el porcentaje hasta perder casi catorce puntos, y con independencia del hundimiento general del PSOE, una cuestión ha quedado clara en el caso de Córdoba, y es que no ha tenido ninguna influencia favorable la presencia de Rosa Aguilar, más bien al contrario, lo cual no debe extrañar después de los resultados obtenidos en las elecciones municipales. Los populares han aumentado, con respecto a 2008, algo más de 15.000 votos, más importante ha sido la pérdida del PSOE, casi 90.000 (escribo cuando se ha escrutado el 94%). Durante el mitin de Rubalcaba en Córdoba se produjo una absurda (por teatral) polémica acerca de quién vio primero a la exalcaldesa: ¿Griñán, Zapatero o Rubalcaba? Un debate que provocaba cierta perplejidad a medida que conocíamos el escaso poder de convocatoria que la ministra tenía en sus comparecencias por los pueblos. Quizás ninguno de los tres quiera ahora asumir ese papel de descubridor, pero a los votantes socialistas sí les gustaría conocer al responsable de esa decisión, quién, de verdad, la vio primero, o quién fue la primera.

*Catedrático de Historia