Pese a los cambios de gobierno que estos días se han producido en Grecia e Italia (en este último país el nuevo jefe del Gobierno, Mario Monti, juró ayer su cargo ante el presidente de la República, Giorgio Napolitano, cuatro días después de la dimisión de Silvio Berlusconi como primer ministro) con la asunción de poder por parte de los tecnócratas avalados por la Unión Europea, las primas de riesgo de una parte muy sustancial de los países de la UE se han disparado hasta llegar a cifras que hacen pensar en la necesidad de rescates.

Ayer, por ejemplo, la prima de riesgo de España volvió a cerrar en máximos, en el nivel de los 460 puntos básicos, cinco puntos más que el día anterior. De esta manera cunde la perplejidad en la opinión pública europea, que asume con fuerza la idea de que hay que acelerar los procesos de armonización fiscal para blindar la construcción del proyecto europeo ante los gravísimos ataques que están sufriendo sus países más débiles.

Lo cierto es que la falta de credibilidad de las cuentas de Italia y de Grecia han contagiado esta semana a España y, lo que es más novedoso, a otros países como Francia y Austria, que parecían blindados ante el asedio de los especuladores y que han decidido vender en masa sus bonos europeos por la escasa credibilidad que le aportan.

Pues bien, en este punto es ineludible afrontar un ejercicio de responsabilidad colectivo para lograr ese objetivo.