No cabe duda. Un viaje a Egipto constituye una aventura apasionante. Es un viaje al origen de la civilización. A una civilización que se remonta a cinco mil años de antiguedad. Viaje apasionante e inolvidable. Luxor, Karnak, Valle de los Reyes, Asuan, Abu-Simbel, Pirámides, la Esfinge, los templos, el museo de El Cairo, las mezquitas, el desierto, sus gentes, sus zocos y mercados. Es otro mundo. También su pobreza y su miseria. Te asaltan en todas las esquinas. Hasta los policías tienden la mano pidiendo propinas. Hoy Egipto ha sido noticia y no precisamente por su hechizo turístico, ni por su impresionante patrimonio. Egipto fue noticia el nueve de octubre por la masacre perpetrada contra un grupo de cristianos coptos. Murieron 26. Meses antes --en enero-- otra masacre de radicales islamistas costó la vida a 36 cristanos coptos, tras incendiarles una iglesia. Y aparte de los muertos en octubre hubo 300 heridos. ¡Qué lejos estamos de aquella estampa del mes de febrero en que musulmanes y cristanos coptos, católicos, protestantes --en la plaza de Thafir-- brindaban juntos ante la caída de Hossi Mubarak. Los más discriminados han sido sin duda los cristanos coptos. Tuve el gozo de tratarlos en mi viaje a Egipto. Nuestro guía era cristiano copto. Copto practicante. La mayoría lo son. El 80% de ellos asiste regularmente a sus cultos, sobre todo los domingos. Las misas son interminables. Hora y media o dos. Se les señala confesor fijo. Y tienen su Papa propio, Shenuda III, al que admiran y respetan con gran devoción. Están en Egipto antes de los musulmanes, desde los primeros siglos del cristianismo.

Egipto tiene hondas raíces cristianas. Allí estuvo la Sagrada Familia cuando huyó de la mano del tirano rey Herodes, atravesando el desierto del Sinaí. Hay un árbol lamado "El árbol de la Virgen" bajo cuya sombra se refugió la Sagrada Familia. Y uno de los lugares más sugestivos es la iglesia de la Virgen María en pleno centro de El Cairo. Junto al Cairo son muchos los lugares de Egipto que atestiguan el paso y estancia de José, María y Jesús. Fuente, ermitas, monasterios. Los coptos son diez millones, la décima parte de la población.

Pero estamos aunte un grave problema. La falta de libertad religiosa. No la hay. Hay un radicalismo islámico que quiere borrar del mapa todo signo cristiano. En toda Europa se garantiza esa libertad, en todos los tratados y constituciones. Al menos en teoría. En el mundo islámico no. No se pueden construir iglesias, está prohibido todo proselitismo. Ni siquiera en Turquía, tal vez el país más aperturista del mundo musulmán. Nuestro presidente Zapatero junto con Erdogan de Turquía inventó y potenció la llamada Alianza de Civilizaciones. Como idea es estupenda. Una llamada a la convivencia, el respeto mutuo, a tender puentes, a convivir en paz y armonía. Esa es la teoría. Pura y monda teoría. La realidad es muy otra. El Papa actual se desgañita con su palabra y sus gestos urgiendo esa libertad y esa convivencia. Pero nones. Minorías fanatizadas atemorizan y persiguen incluso hasta la muerte a cristianos indefensos. Pakistán, Irak, Sudán, Somalia, Egipto, Irán. La masacre de los coptos es un claro exponente de una situación insostenible. De un terrorismo que no respeta fronteras ni vidas. Que hunde sus raíces en un odio absurdo y criminal. Y lo peor: que se hace en nombre de Dios. Nada más y nada menos. Sencillamente ¡Qué pena de mundo! ¡Qué pena de humanidad! Un mundo de lobos, nunca mejor dicho. Creo yo.

* Sacerdote