El incendio de la moneda única se prolonga ya más de 22 meses desde que prendiera la mecha de la deuda griega. La Unión Europea sigue tratando de sofocar el fuego y evitar una propagación que amenaza con hacer cenizas la construcción europea. Primero ardió Grecia, luego Irlanda, después Portugal ¿hacia dónde soplan las llamas ahora? ¿Italia, España, Bélgica... Francia? La cumbres europeas e internacionales tratan de atajar, como siempre, desesperadamente el incendio, ahora levantando cortafuegos.

El incendio financiero del que se habla en Europa describe gráficamente hasta dónde se ha llegado. Los incendios suelen comenzar con una pequeña crispa, sin importancia, pero pueden arruinarlo todo. En términos financieros pasa igual, si un deudor no puede devolver lo que le han prestado sus acreedores, éstos no podrán pagar sus deudas con bancos, proveedores, empleados, y así sucesivamente. La insolvencia se propaga como un incendio devastándolo todo. Es el conocido efecto dominó financiero, donde, al estar todas las fichas apalancadas, la caída de una acaba derrumbando todo el tinglado.

¿Cómo salir de ésta? La técnica del cortafuegos consiste en aislar el incendio para evitar que se propague limitando así los daños.

La Unión monetaria no previó la posibilidad de que se produjera una situación incendiaria, derivada de un alto endeudamiento, porque los fundadores del euro a través del Pacto de Estabilidad que limita deuda y déficit estimaron que lo cumplirían todos los países miembros. No fue así.

Los inversores en deuda pública detectaron un sobreendeudamiento en Grecia que no cumplía con los límites de déficit y deuda. A principios del año 2010, tras la denuncia del nuevo gobierno, precisamente de Papandreu, de que las cuentas públicas no reflejaban la realidad, los mercados (bancos, fondos de inversión y pensiones) vieron que la Unión no tenía mecanismos que respaldaran la devolución de la deuda. Comenzó su ataque especulativo, consistente en esencia en deshacerse de ella, lo que llevó a su depreciación, ello obligó a subir los intereses de las nuevas emisiones en una espiral insostenible. Entonces se pensó que el caso griego sería el único, pero no fue así-y comenzó a propagarse el incendio. En principio se pensó en crear un fondo de rescate y así se hizo, pero el fuego continuó.

¿Qué cortafuegos construir? Tres son los que se barajan: la quita de la deuda griega junto con un segundo plan de rescate por 130.000 millones de euros, la recapitalización de la banca y el reforzamiento del fondo de rescate.

La quita griega del 50 por ciento supone una condonación del pago, ante el convencimiento de que es necesario que se reduzca su deuda hasta límites sostenibles. Pero la quita la pagaría en parte la banca, lo que requiere otro cortafuegos llamado recapitalización.

Recapitalizar la banca supone evitar su insolvencia, dotándola de recursos para que pueda absorber las pérdidas derivadas de la depreciación de la deuda pública. Se ha señalado que a nivel europeo se necesitan más de 106.000 millones de euros, en España se limitaría, en principio, a las cinco mayores entidades, grandes tenedoras de deuda depreciada fundamentalmente española, por un importe superior a los 26.000 millones de euros, el segundo mayor tras Grecia, pero podría llegar más lejos si afloran todos los activos devaluados. ¿De dónde sacar el dinero de la recapitalización? Si el mercado no funciona, se necesita un tercer cortafuegos, el Fondo de Rescate.

El Fondo de Rescate (FEEF), dotado actualmente con 440.000 millones de euros, se planea ampliarlo sustancialmente, para que supere el billón de euros, parte con cargo al contribuyente europeo a través de aportaciones de los países miembros, pero también dando entrada incluso a países no europeos. Los países emergentes son grandes poseedores de divisas como China, por lo que se pretende que participen bien directamente o a través del FMI. ¿Será suficiente?

Si estos cortafuegos resultan eficaces para apagar el euroincendio podrá terminarse con la crisis de liderazgo europeo y la salida del círculo vicioso de desconfianza, ausencia de crédito y estancamiento. En realidad el problema es la falta de crecimiento económico. Sin crecimiento económico ni se genera empleo ni se pagan las deudas, ni, por tanto, fluye el crédito, por ello el fuego no se apagará mientras no se hagan las reformas que estimulen la competitividad y la estabilidad necesarias para atraer la inversión y al mismo tiempo se elabore a nivel mundial un plan de estímulo de la demanda.

La incertidumbre creada por la convocatoria de referéndum en Grecia nos acerca más a un corralito, obligar al BCE a que retire las deudas impagables imprimiendo papel moneda es la última opción, porque entonces el euro se someterá al incendio de la inflación. La historia demuestra que la inflación provoca más problemas de los que resuelve y en los aumentos de precios son los más débiles los que se queman en el fuego inflacionario. Si para evitar esto en los países periféricos, se creó la moneda única, carecería de sentido extender a toda la eurozona lo que con la fundación del euro se trató de evitar en la periferia, por lo que es necesario apagar el incendio antes de que devore la construcción europea. Dar pasos firmes en la fiscalidad común y un gobierno europeo fuerte reformando los tratados posibilitaría lo que hace falta: una construcción europea a prueba de fuego.

*Inspector de Hacienda del Estado