El alma de Córdoba ha vivido tambien su noche blanca, con motivo del 125 aniversario de la fundación de la Adoración Nocturna Española en nuestra ciudad. En 1886, como figura en la bandera y en las actas, a solo 9 años de la fundación en España, el propio Treles y Noguerol, que la estableció en nuestro país, dirigió la primera vigilia en Córdoba, en la capilla de Nuestra Señora del Rosario de San Pablo. Fue un 10 de abril de 1886, junto a 14 cordobeses. De ellos, Mariano de Aguayo, marqués de Villaverde de Aguayo, sería el primer presidente de la sección. En 1905 iniciaría su extensión a la provincia, fundándose ya ese año en Cabra, Aguilar de la Frontera, Lucena, Puente Genil, Encinas Reales y Montilla. En la memoria permanecen las siluetas de aquellos hombres que llegaban al templo de noche, con su manual en la mano y la insignia en la solapa, y salían de él con las primeras luces del alba; las largas filas de adoradores en la procesión del Corpus Christi; nombres de presidentes como Pedro Zapatero, Pedro Ruiz Lucena, Rafael Cabrera de Hoces --al que dedico un recuerdo especial por haber sido durante muchos años presidente de mi turno--, Rafael Alcántara Sendra, Mariano Gómez Barrena, León Lizaur Valderrama o Manuel Casas Toledo; y los centenares de adoradores que vivían su cristianismo en la Acción Católica, las Hermandades del Trabajo, los Cursillos de Cristiandad, Caritas o diversas cofradías, pero reservaban con ilusión y hasta con entusiasmo una noche al mes para rezar ante la custodia, para acompañar al Señor en la alta madrugada cordobesa, con la firme convicción de la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Desde esa fecha de 1886, ANE tiene su sede en San Pablo, antiguo convento de dominicos y, desde finales del siglo XIX, a cargo de los misioneros claretianos, con los que ha mantenido siempre un estrecho entendimiento. La que hoy termina ha sido una Semana Eucarística por excelencia en nuestra ciudad, con tres espléndidas conferencias, un triduo eucarístico, y esta noche pasada, solemne vigilia de acción de gracias, en la catedral, presidida por el obispo de la diócesis. Como colofón, finalizado el turno de vela, la solemne procesión con el Santísimo bajo palio, por los alrededores del templo catedralicio, entre la emoción y el encanto de los adoradores. "Cara a cara, Señor, y de hombre a hombre / nos estamos mirando y, si me atrevo / a levantar el alma, es porque llevo / en ella el sello de tu amor por nombre". ¡Cuántas noches, en la alta madrugada cordobesa, no habrán sido musitados estos versos o parecidos durante las vigilias! "Si ciegos al mirar, mis ojos no te ven, yo creo en Ti, Señor, sostén mi fe".

*Periodista