Cualquier manual de ciencias de la salud nos enseña la necesidad de abordar los procesos de salud-enfermedad desde un punto de vista bio-psico-social. No solo los manuales, las propias guías de procesos asistenciales redactadas por la Junta de Andalucía enfatizan la importancia del abordaje de los aspectos sociales y psicológicos de los distintos trastornos mentales además de los biológicos. Pero la realidad es otra muy distinta, la falta de profesionales de la psicología clínica y trabajadores sociales junto a una influencia exagerada del denominado modelo biomédico hace que la mayoría de los pacientes sigan siendo tratados exclusivamente a través de psicofármacos. Si bien la psicofarmacología tiene sus lagunas y sus beneficios no seré yo el que venga a cuestionar la necesidad de su aplicación, pero eso no debe conllevar que siga siendo la única herramienta que se le "impone" al paciente y a sus familiares. Es frecuente en mi consulta encontrarme a personas, con distintos trastornos y siendo tratados por salud mental, que refieren no ser atendidos más que en exclusiva por el/la psiquiatra. Lo cual hace que me plantée qué entienden los responsables de la Administración sanitaria por la atención biopsicosocial de los trastornos mentales. Si alguien dijera que tiene un nuevo tratamiento médico, demostrado a través de ensayos clínicos, que sirve para reducir el tiempo de recuperación post-cirugía, que reduce el uso de psicofármacos, y que es el preferido por el paciente porque entre otras ventajas carece de efectos secundarios y además conlleva una reducción considerable de costes, las autoridades sanitarias se volcarían, o deberían hacerlo, en su aplicación. Este es el ejemplo que ponía Sobel sobre la falta de lógica acerca de la implantación de los tratamientos psicológicos, el problema es que no hablamos de un tratamiento médico sino de intervenciones propias de la psicología clínica. Esto justificaría la necesidad de implantación de psicólogos clínicos en atención primaria y una verdadera apuesta de la intervención psicológica en salud mental. Mucho me temo, que ahora, en tiempos de recortes, nadie se está planteando estas cuestiones, que permitirían un ahorro sustancial en el gasto farmacéutico. ¿Cuántas personas están tomando psicofármacos sin que mejoren sus síntomas y, por ende, sus vidas? ¿Cuántas personas siguen conduciendo bajo la influencia de psicofármacos que en otro caso estarían sancionadas? Los datos nos indican que la prevalencia e incidencia de trastornos mentales van en aumento, que el gasto en psicofármacos aumenta de forma considerable año tras año, en cambio en nuestro país nos encontramos que la tasa de profesionales de la psicología está por debajo de la media europea en unos términos que podríamos definir de escandalosos. Así, mientras la media de psicólogos en la Unión Europea por cada 100.000 habitantes es de 18, en nuestro país esta media es de 4,3 psicólogos por cada 100.000 habitantes. Si comparamos el numero de psiquiatras frente al de psicólogos es de 6,5 frente a 4,3 respectivamente por cada 100.000 habitantes, y no hablemos ya de la presencia de otros profesionales tales como trabajadores sociales, cuya tasa baja en nuestro país a los 1,9 por cada 100.000 habitantes frente a los 44,7 de media en Europa. Esto no hace sino mostrar la gran diferencia entre modelos de atención a la salud mental que se prestan en España frente a los países de nuestro entorno, dando lugar a una gran desigualdad entre los ciudadanos, más aún, cuando las intervenciones psicológicas son preferidas por la gran mayoría de pacientes. Podemos concluir, por tanto, que tenemos una salud mental desatendida en nuestro país. Vienen tiempos de promesas electorales, pero también estamos en crisis y, como siempre, la seguirán pagando los mismos.

* Psicólogo clínico