Uno de los jóvenes protagonistas de la JMJ en Madrid es San Juan de Avila, cuyo sepulcro guardamos con esmero en Montilla, donde murió en 1569. Su apellido de Avila no tiene nada que ver con la preciosa ciudad castellana de este mismo nombre, patria de Santa Teresa. Se llama de Avila como apellido paterno, nacido en Almodóvar del Campo (Ciudad Real) en 1500.

Juan de Avila era de una familia bien, con unas minas en Almadén, hijo único. Podíamos decir que tenía el futuro asegurado, y que con poco esfuerzo había podido vivir de las rentas. Por eso, pudo ir a estudiar leyes a Salamanca, como pocos jóvenes de su tiempo podían permitírselo.

Pero en Salamanca se encontró fuertemente con Jesucristo y esto le cambió la vida. Dejó Salamanca, el estudio de leyes, el ambiente juvenil y regresó a su casa paterna, donde por tres años se dedica a la oración, la penitencia, las obras de caridad. Estos años fueron como un fuerte noviciado que le capacitó para afrontar la vida de otra manera.

Un joven inquieto, que no deja pasar los años inútilmente, sino que afronta la vida con responsabilidad y coherencia. Se orienta hacia el sacerdocio y para eso se traslada a Alcalá, donde realiza los estudios eclesiásticos para ser ordenado sacerdote y conoce amigos que le servirán de mucho en su vida futura. Sus padres mueren antes de ser ordenado y él reparte su rica herencia entre los pobres. Lo tiene claro, quiere parecerse a Cristo pobre y despojado por amor. Por eso, el día de su ordenación invita para festejarlo a doce pobres, con los que comparte su mesa. Todo un programa de vida.

Su deseo es dar a conocer a Jesucristo a todos. No le importa otra cosa, por El lo ha perdido todo, con tal de encontrar el amor de Cristo. Y con el nuevo obispo de Tlaxcala, el sevillano Juan Garcés, dominico, quiere embarcarse hacia México. Pero el arzobispo de Sevilla le retiene, y se pone a predicar por estas tierras de Andalucía con grandes frutos en su apostolado: Ecija, Granada, Córdoba, Zafra, Montilla, donde se instala los últimos años. Predicaciones, catequesis a niños, fundación de colegios e incluso de la Universidad de Baeza, atención a los curas que buscan su consejo. Y muchas cartas de dirección espiritual, junto a escritos de espiritualidad y de reforma. Maestro de santos, hace de Montilla un centro de comunicación espiritual de gran importancia en su siglo.

Un joven inquieto, que pronto encontró el sentido de la vida y la orientó en darse por entero al Señor y en darle a conocer por la predicación. Juan de Avila, un santo que dará mucho que hablar en fechas próximas y que en Montilla tiene su sepulcro, lugar de peregrinación de tantos peregrinos. Un joven que puede orientar hoy la vida de muchos jóvenes y adultos en el verdadero sentido de la vida, que pasa siempre por la reforma del propio corazón para contribuir a la construcción de un mundo nuevo. Juan de Avila, un joven inquieto que encuentra en Jesús el sentido de su vida, como ocurrirá a tantos jóvenes en la JMJ de estos días.

* Obispo de Córdoba