Hace ya más de veinte años unos periodistas jovenzuelos, llenos de ilusión y un punto descarados, tenían la costumbre --que mantienen todavía de vez en cuando-- de tomar el aperitivo en Carrasquín cuando salían de bregar con las noticias del Ayuntamiento, y allí formaban tertulia con la parroquia habitual del establecimiento, punto de encuentro de amigos, profesionales, empresarios, políticos y agricultores. En esas tertulias, con una cerveza tirada con maestría, o con un fino del que mima Rafael Carrasco, se pasan ratos muy instructivos.

Y fue allí donde tuvimos la suerte de conocer a don José Tomás Valverde Castilla, que acudía, desde su cercano despacho, acompañado a veces de su hermano, el también abogado Carlos Valverde, o de su amigo y colega Eduardo García Bala, o de sus propios hijos. No solo nos apeó el "usted" al primer saludo, sino que nos brindó su amistad, puso a nuestra disposición su rica experiencia y, sobre todo, pasamos con él estupendos ratos de conversación de esos que se valoran, charlas amenas y divertidas en las que no cabía la vulgaridad. Y, por supuesto, nos enseñó a valorar la belleza de su Priego natal.

Pues José Tomás Valverde falleció ayer, a los 86 años, y, al saberlo, hemos sentido mucha tristeza por una persona y un tiempo que se nos van, pero también hemos sonreído recordando aquella etapa en la que nos forjábamos como personas y tuvimos el honor de disfrutar de su amistad y ejemplo, que luego se mantuvo con los años. Se ha marchado uno de esos hombres de carácter de los que pocos quedan, recto y cabal, inteligente y sencillo, irónico a veces, de los que respetan y no precisan ser altivos para hacerse respetar. Otros glosarán su rica vida profesional. Desde aquí le digo adiós a un amigo.