Muchos son los análisis posibles que podríamos llevar a cabo en relación con el ascenso del Partido Popular y con la debacle sufrida por el socialismo español en los más recientes comicios municipales y autonómicos celebrados, que no pocos nos temíamos y esperábamos también, cosa que no voy a hacer en este instante cuando el PSOE ha entrado en erupción con no pocas deslealtades, no queriendo contribuir yo más a su desgaste. Pero sí diré, y mis amigos o compañeros bien lo saben y así lo han podido comprobar ellos también, que no me equivoqué en mis apreciaciones electorales, tanto en el ámbito nacional como local, habiendo incluso previsto, como en su día manifesté a algunos de ellos, que los votos perdidos por IU en nuestra capital no habrían de ir a parar al PSOE, por mucha campaña que hiciera en Córdoba la ministra Rosa Aguilar, sino a la nueva formación populista nacida como heredera natural del voto que ella misma cultivara con notable acierto para su antigua formación política. Los errores cometidos en Córdoba han sido de libro desde hace ya más de un año, y así lo he referido en los foros en los que participé durante el 2010.

Desde su fundación, el 2 de mayo de 1879, el PSOE se caracterizó no sólo por una defensa a ultranza de las libertades públicas, sino también por una tenaz lucha democrática por avanzar hacia la igualdad y la justicia social, cosa que, sinceramente parece haberse olvidado durante el último mandato de Gobierno. La victoria de hace siete años nos trajo la ilusión hoy perdida por muchos, permitiendo también a España que se mantuviera en un crecimiento razonable hasta que llegó la crisis, defendiendo el Estado de Bienestar como eje fundamental para la solidaridad y la justicia, además de como patrimonio social acumulado por las luchas de las generaciones que nos precedieron, algo que definitivamente pudiera haberse abandonado ya por las políticas neoliberales más recientes, impuestas por los mercados y desde otras instancias supranacionales a Zapatero, quien ahora parece más empeñado que nunca en hacer bien y con aplicación el trabajo sucio a la derecha. El PSOE ha abandonado pues a su base electoral, y muy a fondo habría de emplearse si de verdad quiere volver a recuperarla en el futuro, para así más pronto que tarde no pasar a ser tan marginal como ya lo son otras formaciones hermanas en algunos países de nuestro entorno. Siempre mantuve que el partido no se regeneraría mientras no perdiera muchas de las instituciones que gobierna con mayoría absoluta. Y considero que la llegada ahora de los populares a algunas de ellas no es efímera, vienen para quedarse, es decir, con vocación de permanencia en el tiempo a poco que no cometan demasiados errores de bulto. Por eso, sinceramente creo que a los socialistas les toca ahora regenerarse y rearmarse ideológicamente para el futuro, y que no deberían perder ni un minuto más en esta magnífica oportunidad que les han brindado las urnas para cambiar muchos de sus planteamientos o lo que es lo mismo, para suprimir vicios acumulados durante años, para dar cabida a gente más preparada y cualificada, que la tienen sin duda en su propio seno o fuera de él y que, sin embargo, sufren hoy el ostracismo por no querer compartir determinados planteamientos políticos. Por eso, los socialistas deberían abrirse más al debate y a la crítica, ya que los partidos que no permiten el pluralismo en su seno y que no eligen libremente a su líderes, corren el riesgo de convertirse, como ya pudiera suceder con el PSOE, en meros ejércitos electorales, obsesionados tan solo con el poder, a costa incluso de dañar los propios intereses generales o de obviar los ingredientes necesarios para dinamizar más la democracia. Por eso, el sistema de primarias, por mucho que a algunos les parezca malo, lo único que hace es reforzar la participación y la democracia interna, sin intermediarios como sucede siempre en los congresos. Todavía no me explico por ejemplo cómo en la época digital aún se les hurta a la militancia la elección, por sufragio universal, de los propios secretarios generales o demás cargos orgánicos del partido. Deberían pues potenciarse más las primarias, debiéndose huir de tanta decisión unipersonal de los mal llamados barones, quienes, a veces, parecen solo interesados en trabajar para el beneficio de las camarillas que los acompañan. La realización de elecciones primarias en las que pudieran incluso participar los simpatizantes favorecería la implicación y participación ciudadana en la vida política. Abogo pues por establecer más democracia en el PSOE y, también, cómo no, por su regeneración democrática, entre otras razones, para que conecte más y mejor con los nuevos movimientos sociales que ahora surgen de nuevo y que mucho habrán de decir en un futuro no tan lejano.

*Catedrático