La polémica sobre el calendario político español se ha establecido entre Emilio Botín, autoerigido en intérprete de los intereses de la economía nacional, que ha pedido al presidente del Gobierno que no convoque elecciones antes de marzo del 2012, y Mariano Rajoy, que ha exigido que se adelanten los comicios. Ambos andan, aparentemente, a la greña por ese y puede que por algún otro motivo, y no deja de ser llamativo que, justo cuando está a las puertas del poder, la derecha española se pelee con el primer banquero del país. A alguno puede sonarle a trampa. Pero parece que las sucesivas cumbres de las grandes empresas en la Moncloa, cuyo último objetivo sigue sin estar claro, no han sido bien recibidas por el PP, que las ha sentido como un desprecio a la oposición. Cabe preguntarse por qué algunos grandes empresarios quieren que las elecciones se retrasen el máximo posible. El afán por la estabilidad no es una respuesta suficiente. Habría que pensar también que lo que de verdad quieren esos prebostes es que algunas reformas ya acordadas con Zapatero, y otras que podrían estar en cartera, estuvieran completadas antes de que llegasen nuevos inquilinos a la Moncloa. En la lista podrían figurar los cambios de la negociación colectiva tan agresivos con los intereses sindicales como los que acaban de pedir 18 de esas grandes empresas, y también la reforma de las cajas con fondos públicos muy generosos. Puede que Botín crea que Rajoy no sería capaz de afrontar el asunto de los convenios colectivos con la libertad de maniobra necesaria y que también tuviera que ser más prudente en lo de las cajas. Y puede también que el PP prefiera que esas tareas las haga Zapatero. Si Rajoy desease de verdad que se anticiparan las elecciones, tendría que estar negociando con CiU y el PNV una moción de censura. Y parece que no lo está haciendo.

*Periodista