El DRAE entiende por regenerar el conferir nuevo ser y nueva semblanza o apariencia a algo --que previamente degeneró, infiriendo esta situación degenerativa de persona o cosa, porque decae, declina, o se desdice, no correspondiendo su estado actual con su primigenia condición cualitativa o con su original impronta, deteriorándose estructural o funcionalmente--, restableciéndolo o mejorándolo, como es el hacer que alguien abandone conductas o hábitos que hay que suponer deleznables o nefastos, al igual que someter las materias gastadas o desechadas a determinados tratamientos para su posible reutilización.

Más cuando de lo que se trata es de la degeneración de las instituciones, y sobre todo de aquellas que conforman y organizan el alma del régimen democrático y constitucional del Estado de derecho, la cuestión es mucho más profunda a tenor de su más importante calado social, habida cuenta de su negativa incidencia sobre los pilares en los que se asientan los tres clásicos contrapoderes que ha tiempo caracterizara y definiera el ilustrado Charles Louis de Secondat, Señor de la Brède y Barón de Montesquieu con su teoría de la separación e independencia de aquellos, a saber: el legislativo, el ejecutivo y el judicial, que pudieran encontrarse contaminados entre sí, en cierto grado, tanto por propias circunstancias como por otras ajenas, con la letal carcoma que corroyendo sus entresijos corrompería sus entrañas, adulterando, entorpeciendo o sesgando su eficaz funcionamiento.

No está de más alertar sobre ello.

* Doctor ingeniero agrónomo