Al final habrá que deslocalizar también la producción de la energía nuclear, y uno no entiende cómo no se les ha ocurrido ya. Hace décadas que el poder económico viene deslocalizando los centros de producción buscando mejor rentabilidad y mayor competitividad: los electrodomésticos, la informática, los automóviles, los grandes sectores que dinamizan la economía, se producen o montan en cualquier lugar del mundo, incluso en sitios muy alejados de los países que los alumbraron o inventaron. Pues, al final, habrá también que deslocalizar los centros de la energía nuclear. ¿Es tan descabellado pensar que las centrales atómicas, todas, debieran ser instaladas en los enormes desiertos que se extienden por todo el planeta, así como los centros de tratamiento de sus residuos? ¿Por qué no? La energía nuclear, a pesar de la demagogia que se está de nuevo extendiendo en los últimos días, es insustituible y lo será por mucho tiempo, ¿por qué no diseñar una política a nivel mundial para ubicar su producción donde menos perjudicial pudiera llegar a ser ante un hipotético accidente, allí donde más fácil pueda atajarse cualquier problema, lejos de la población, en los desiertos? De rebote ese tipo de política favorecería la aparición y el mantenimiento de regímenes democráticos y estables donde ahora solo hay dictaduras, tiranías y satrapías; y además las obligadas compensaciones económicas podrían incentivar el desarrollo de los países receptores de la actividad nuclear. ¿Utopía? Más utópico parece apostar nuestras necesidades energéticas a molinos y placas solares.

* Profesor