Hace ya más de un año que se iniciaran las tormentas financieras que llevaran al euro al borde del colapso, forzando los rescates primero de Grecia y luego de Irlanda, a la vez que se obligaba a duros planes de ajuste a los países del eurogrupo. En el caso de España supuso el pasado mayo el recorte fiscal más drástico de la historia económica contemporánea. En Europa se creaban los mecanismos de estabilización financiera para frenar la especulación contra la deuda pública. Pero ¿ha sido esto suficiente para salvar el euro? La respuesta es no. A pesar de la aparente calma el euro sigue en peligro porque los desequilibrios siguen sin corregirse.

La posición de Grecia e Irlanda es extremadamente débil, Portugal está al borde del rescate y detrás, España en primera línea de fuego.

El eje franco-alemán defiende ahora el que se ha dado en llamar "Pacto de Competitividad", llamado tras la cumbre del pasado 11 de marzo "Pacto del Euro", que tras el fiasco del Pacto de Estabilidad y Crecimiento, no es otra cosa que la reformulación de las condiciones de permanencia en el euro.

La construcción europea es un proceso lento con 27 soberanías nacionales con sus distintas políticas económicas donde 17 tienen una política monetaria común en el seno del euro, pero sin una política fiscal (de ingresos y gastos públicos) común. La moneda única requiere converger en costes, movilidad de mano de obra y fiscalidad, sino es inviable.

Las divergencias en costes (pérdidas de competitividad) se traducen en déficit exterior que hay que financiar y pagar en el futuro, la disminución del empleo, si es permanente, hay que atajarla, porque conduce a un déficit público disparado que sin crecimiento económico eleva el riesgo de insolvencia pública y privada. ¿Cómo salir de esta trampa diabólica?

Las divergencias y asimetrías de las estructuras económicas en el seno de la moneda única llevan a un euro demasiado débil para países como Alemania y demasiado fuerte para países como España. Sin poder devaluar entre los miembros del euro ni formular distintas políticas monetarias, la disparidad en costes exige cuando menos no aumentar la brecha, por lo que los salarios han de vincularse a lo que producen (la productividad) y no a la inflación, el desempleo, si persiste y aunque pese, hay que compensarlo con movimientos migratorios hacia las zonas más prósperas como ya se hizo en el pasado y el déficit público hay que atajarlo con mecanismos de ajuste y reformas que reestablezcan el crecimiento económico.

Esta es la propuesta franco-alemana. Medidas sobre la productividad: vincular los salarios a la productividad homogeneizando la edad de jubilación para estimular el trabajo y fomentar la movilidad laboral entre países. Ello junto con medidas sobre la fiscalidad: limitar el déficit público por ley unido a una primera la homogeneización del impuesto de sociedades como un primer paso para evitar la competencia fiscal desleal entre los Estados miembros que elimine absurdos como el de Irlanda (que un país de baja tributación sea rescatado con los impuestos del resto).

Son las condiciones de la locomotora alemana (con la necesaria complicidad de Francia) para seguir apostando por la moneda única. La primera condición para poner más recursos en apoyo del euro es impedir que los países irresponsables lo pongan en riesgo.

Los mercados siguen al acecho y el euro, ahora, después de la del 11 de marzo, se la juega tras la cumbre europea del 24 y 25, para decidir cómo y a qué ritmo salvarlo. El establecimiento de un impuesto de sociedades común europeo es el primer paso para comenzar a formular una anhelada política fiscal directa armonizada, hasta ahora inexistente. Ello es indispensable para, en el futuro, articular una política presupuestaria común capaz de corregir los desequilibrios territoriales actuales y promover un desarrollo compatible y armónico en el seno de la Unión Europea.

Para salvar a un euro herido no hay otra alternativa que profundizar en la unión económica huyendo de la desconfianza e incertidumbre que generan los rumores de rescates y renegociaciones de la deuda, superando el envite de los mercados ante la inacción, que hasta ahora se ha limitado a unas políticas de ajuste del gasto público. Estas solo deben ser el primer paso para restablecer la confianza y profundizar después en una completa política fiscal común, junto con otras como la energética, laboral, educativa y demás políticas necesarias para profundizar en la unidad, única vía para salvar definitivamente el euro.

* Inspector de Hacienda