Cuando Jesús viajaba a Jerusalén, y entraba en la explanada del Templo, todo aquello se encontraba en plenas obras. Herodes, el gran constructor, empezó la modernización del Templo unos 15 años antes del nacimiento de Jesús. No vio terminado su proyecto. Las obras no acabaron hasta unos 30 años después de la muerte de Jesús. El tiempo que estuvo toda aquella explanada en obras fue casi 80 años.

Como en tantas otras ocasiones parecidas, esta construcción se financiaba en parte por el presupuesto del Estado, y en parte por aportaciones voluntarias: se hacían colectas públicas, y en el propio recinto del Templo había huchas donde la gente depositaba sus donativos.

Fue precisamente en este escenario donde Jesús hizo una observación en parte elemental, y en parte amarga. Dice que "se sentó frente al arca del Tesoro y miraba cómo la gente echaba monedas en el arca del Tesoro. Muchos ricos echaban mucho dinero. Llegó también una viuda pobre y echó dos moneditas" (Mr 12 41-42).

Allá estaba Jesús mirando tranquilamente, mientras tomaba el sol y descansaba. Fue entonces cuando hizo un comentario que tiene más de crítica social, que de instrucción religiosa. Fue una reflexión espontánea. Evidentemente aquellas dos monedas no iban a resolver el pago de la nómina de los albañiles y carpinteros. Algunos historiadores constatan que había unos 10.000 obreros trabajando en las obras. Las dos monedas no resolverían nada al gerente de las obras. Jesús dijo algo sencillo y elemental: lo que hizo la mujer fue un acto perfectamente inútil, pero ella daba lo que necesitaba para vivir, los demás daban lo que les sobraba (Mr 12 44). Desde un punto de vista de pragmatismo económico, lo importante eran los donativos de los ricos. Desde un punto de vista de realismo sociológico, lo significativo era el donativo de la viuda.

Jesús fue todo, menos un pragmático. Siempre andaba buscando la verdad oculta bajo la superficie de los hechos. Siempre le preocuparon más las intenciones con que la gente hacía las cosas, que las propias cosas que hacía la gente. Lo importante no es rezar o dar limosna, sino la intención con que se reza o se da la limosna. Esta desconsideración por el pragmatismo, y esta preocupación por las intenciones profundas de cada uno le ocasionaron muchos disgustos, y le atrajeron muchas enemistades. Esta tendencia suya a estar siempre poniendo al descubierto la mentira de las apariencias era insoportable para el establishment de la época. Al final todo terminó donde desde un principio se podía pensar que terminaría.

La verdad es que Jesús manifestó siempre una reserva, mantuvo siempre un distanciamiento respecto de los ricos. Fue más un distanciamiento crítico, que un distanciamiento real. De hecho consta que tenía sincera amistad con gente rica. Los famosos hermanos de Betania, en cuya casa se alojaba con frecuencia, era gente rica. José de Arimatea, quien cedió para Jesús su propio panteón, era rico. Nicodemo, fiel a Jesús incluso después de su muerte, era rico. Fueron muchas las ocasiones en que fue invitado a comer, y mantener una tertulia de sobremesa con gente rica. Personalmente mantuvo buenas relaciones con gentes de la alta sociedad.

Sin embargo está claro su distanciamiento crítico respecto de la alta sociedad, respecto de los ricos. Y es que en la Jerusalén de los tiempos de Jesús la clase adinerada, era muy adinerada, llevaba un vida de lujo llamativa, y de esplendor. La corte de Herodes, las cortes paralelas de la nobleza terrateniente, daban un aspecto a la Jerusalén de la época de un lujo y magnificencia importante. Esta clase de gente rica era la que Jesús tenía delante de sus ojos. El evangelio de Jesús no estaba hecho para ellos. Como no está hecho para la jet de hoy.

Porque Jesús haya dicho "bienaventurados los pobres", pretender deducir de sus palabras que el ideal de vida propugnado por Jesús es que se carezca de ingresos suficientes para tener un piso, para educar a los hijos, o para tener una lavadora, me parece que no se justifica. Lo que hiere los ojos de Jesús es el abuso que por motivo de conservar el dinero que se tiene y de ganar más dinero hacen los que tienen mucho dinero sobre los que tienen poco dinero. Esta es la cuestión. Esto es lo que llevó a afirmar que es más fácil que un camello entre por ojo de una aguja, que un rico llegue a comprender el Reino de los Cielos. El evangelio y las riquezas se mueven en dos universos de valores diferentes, distintos, contradictorios.

* Profesor jesuita