La OTAN asumirá este fin de semana el mando operativo de la misión de hacer respetar la prohibición de vuelo en Libia decretada por la ONU, con patrullas de 24 horas y un periodo de duración inicial de 90 días. Pero los ataques sobre objetivos terrestres de Gadafi seguirán siendo competencia exclusiva de la coalición, que se coordinará con el mando militar de la Alianza Atlántica. Si alguien quiere comparar el ataque a Libia con la guerra de Irak, aquí tiene otro elemento que subraya las diferencias de manera inequívoca. En Irak, los pocos países europeos que respaldaron a George Bush eran meros comparsas, mientras que ahora han adquirido un protagonismo decisivo por razones políticas y de proximidad geográfica. Otra diferencia fundamental es la participación de los países árabes en la ofensiva. La Liga Arabe pidió que la ONU decretara la zona de exclusión aérea y a la cumbre de París asistió el secretario general de esa organización, además de representantes de Jordania, Marruecos, Irak, Qatar y los Emiratos Arabes Unidos. Los países árabes rechazarían que Libia se convirtiese en un nuevo Irak, pero aprueban los términos de la resolución de la ONU, que pretende la protección de la población civil libia de los ataques indiscriminados de los soldados y mercenarios de Gadafi. En este sentido, las operaciones militares se iniciaron tras comprobar que Gadafi no respetó el alto el fuego anunciado, sino que se lanzó contra Bengasi, feudo de los rebeldes, por tierra, mar y aire, con el objetivo de ganar tiempo y terreno.