A la vista de las dudas surgidas entre los socios de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y en la Administración estadounidense de Barack Obama es lícito preguntarse por qué motivo algunos países han accedido a embarcarse en las operaciones militares contra el régimen libio.

Como siempre, allí donde es más evidente la división, la pugna por figurar y la falta de iniciativa para definir objetivos es entre los aliados europeos, enzarzados en una discusión entre quienes quieren que sea la OTAN la organización que dirija las operaciones en curso y aquellos otros --sobre todo Francia-- que se oponen a ello con razones no demasiado convincentes.

Un dilema logístico y político que se añade a otro de más calado: ¿basta con detener los ataques del coronel Muamar el Gadafi contra civiles o es preciso ir más allá?

A juzgar por la reciente intervención del presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, en el Congreso --ajustada hasta la última coma a la letra de resolución 1973--, el objetivo no es derribar al coronel.

OPINION MAYORITARIA DE LA CAMARA

Y esta es la opinión inmensamente mayoritaria en la Cámara, que anteayer solo contabilizó tres votos contrarios a la implicación de España (los de los dos diputados del BNG y el de Gaspar Llamazares, de IU).

Pero, puestas así las cosas, es ineludible preguntarse por el camino a seguir para evitar que se enquiste un conflicto en el corazón del Mediterráneo.

Incluso es necesario sopesar si el mandato de la Organización de Naciones Unidas (ONU) permite vislumbrar un desenlace de la crisis dentro de los plazos enunciados por Zapatero: un mes para las operaciones aéreas y tres meses para el bloqueo naval.

Hay razones para colegir que hay demasiados cabos sueltos para emitir una opinión categórica.

PRISAS DE ULTIMA HORA

Las prisas de última hora por evitar la victoria de Gadafi solo dieron para decretar la zona de exclusión aérea, pero nada más. Es dudoso que antes se hubiese realizado por la comunidad de inteligencia de las potencias más comprometidas el trabajo de información previo que permitiría saber ahora si en las filas de Gadafi anida la semilla de la división y, en consecuencia, cabe esperar que el régimen se hunda víctima de sus propias contradicciones.

Antes al contrario, lo único que se sabe a ciencia cierta es que Obama quiere aligerar el peso de la púrpura y transferir el mando a los europeos. Y varios de estos quieren, por el contrario, ajustar el coste político de la operación a los calendarios electorales.