Participé en el concurso de salmorejo. Las bases fueron difíciles de encontrar hasta el día anterior. Nunca llegaron a estar en la página web de Hostecor ni del Ayuntamiento y nadie te aclaraba dudas (puse dos correos que no me contestaron). Las bases no se cumplieron, ya que los platos tenían a simple vista ingredientes que no se contemplaban. Una sola persona apuntaba a los distintos participantes junto a un amplificador que funcionaba a toda potencia y a pleno sol, proceso que duraba casi una hora en el mejor de los casos, al mismo en el que se calentaban los huevos que aportaron muchos cocineros, lo que contraviene las normas sanitarias más elementales. La gente deambulaba y hacían la misma cola sin saber si aquello era una degustación o si regalaban "algo", mientras en un ventorrillo despachaban cerveza en vasos de plástico. Los organizadores, de risas y charlas entre ellos, los artistas colaboradores y los periodistas que cubrían el acto, todos ajenos al evento hasta que llegó, tarde como siempre, el alcalde y su corte. Ya para ese momento, mi magistral salmorejo de espárragos verdes y fresas que había hecho con esmero y llevado con mil cuidados en frío, llevaba un buen rato expuesto a los elementos y debería haber alcanzado una temperatura considerable, perdiendo las características primigenias para las que fue creado: ganar el concurso. Indignado, me fui sin esperar los resultados. No obstante, el año que viene me pienso presentar otra vez.

Manuel Cobos Ruiz

Córdoba