De un tiempo a esta parte la ciudad de Córdoba está escenificando excesivos desacuerdos políticos y sociales que echan en falta la responsabilidad de ese consenso, tan largamente añorado en los últimos años. Ese déficit se multiplica de forma notoria en época preelectoral, en la que la legítima discrepancia se exhibe como estrategia y se viste de demagogia.

Nos han sobrado ejemplos en esta semana. El primero ha sido el cierre de la financiación del futuro centro de congresos entre Ayuntamiento y Junta de Andalucía. Aunque el escenario elegido para tal ocasión por el Consistorio cordobés fue el mismo que aquella histórica ocasión en que se suscribiera el convenio de la estación de trenes --el salón de Mosaicos del Alcázar de los Reyes Cristianos--, el resultado no es el mismo.

Después de una década de retorcidos y costosísimos vaivenes, nunca pareció previsible que el día que más segura estuviese la financiación más incierto estaría su futuro. Sobre su horizonte se cierne la nítida amenaza del PP, que en caso de cambio de gobierno municipal podría traducirse en el enésimo revés para un proyecto que los populares pretenden reconducir.

Queda en el aire la concreción de este posible vuelco, pero premonitoria pareció la presencia de representante alguno del Partido Popular en el solemne acto de la firma el pasado miércoles entre Junta y Ayuntamiento.

CABALLERIZAS, EL OTRO GRAN ASUNTO

El otro gran tema de ciudad que nos ocupa estos días y que "goza" de semejante ausencia de consenso es el relativo al plan de Caballerizas.

Ahí el distanciamiento es matizado con el Partido Popular y más abierto en el terreno social y económico. Eso sí, el consenso con los vecinos parece haberse conseguido.

De todas maneras convendría que entes socioculturales como Córdoba Ecuestre y los representantes de Hostecor añadan su particular visión a un proyecto de ciudad que no convendría que cayera en el saco de los consensos imposibles por no reunir la voluntad de diálogo.

No somos partidarios de la autoflagelación ni de los tópicos victimistas de una Córdoba que va dando pasos para sentirse cada vez más segura de sí misma, pero el caso es que en estos momentos el subrayado que estos dos ejemplos le han puesto a esa falta de responsabilidad pública ante la necesidad y la urgencia de consensos despierta los absurdos fantasmas de la ciudad zancadilleada por sí misma.

Menos mal que nos queda el acierto de haber colocado la capitalidad del 2016 en la mira de todas las ilusiones y consensos ciudadanos posibles.