Llega la primavera, está llegando, se acerca a nosotros, después de una larga invernada. Alza ya y aleja el telón de las nubes, luce un sol nuevo, remite el frío, nos saluda con encanto en el anuncio de nuevas esperanzas. Probablemente, todos los poetas han dedicado unos versos a todas las primaveras de la tierra y todas las primaveras, probablemente, se han puesto de acuerdo para ofrecernos esa nueva canción que la vida merece. Gabriela Mistral la cantó en sus versos cortos pero afilados, con tonos populares: "Doña Primavera / viste que es primor / viste en limonero / y en naranjo en flor". Y proseguía: "Lleva por sandalias / unas anchas hojas, / y por caravanas / unas fucsias rojas". Después, nos invitaba a buscarla por todos los rincones, a salir a su encuentro: "Salid a encontrarla / por esos caminos. / Va loca de soles / y loca de trinos". Otra mujer, gran poeta, Ernestina de Champourcin, ahondaba en el sentido más profundo y se atrevía a personalizarla hermosamente: "¡Toda la primavera dormía entre tus manos! / Iniciaste en un gesto la fiesta de las rosas / y erguiste, enajenada / esa flecha de luz que impregna los caminos". Acaso sea cierto y, aunque no nos demos cuenta, toda la primavera duerme en nuestras manos, dispuesta a ser comunicada en un saludo cordial, en un abrazo entrañable, en una caricia inolvidable. Hoy nos toca hablar de la primavera, porque está a la puerta, y se encarama a nuestras crisis, mientras, un poco cansados, melancólicos, nostálgicos y con mucho miedo en los talones, le pedimos a nuestro poeta Pablo García Baena aquel primer verso de su bellísimo poema: "Amame, Primavera, en esta tarde / en que el sol es un pájaro cautivo / que revuela en la jaula azul del cielo... Amame, Primavera, en esta hora inacabable...". Todos nosotros necesitamos ser amados por la primavera: flores, aromas nuevos, besos y canciones..."

*Periodista