Leo en la edición de ayer de Diario CORDOBA las palabras justamente indignadas de Javier Conde, presidente de la Asociación Nacional de Criadores de Caballos de Pura Raza Española (Ancce) sobre el defenestrado proyecto de Córdoba Ecuestre para el plan Alcázar-Caballerizas y coincido en que no tiene ni pies ni cabeza lo ocurrido. Cercenar tan radicalmente el uso del caballo en Caballerizas, después de la inversión realizada y de tantísimo esfuerzo voluntario del mundo ecuestre cordobés es un sinsentido, no hace justicia al pasado de la ciudad y rompe aspiraciones culturales, económicas y turísticas. Pero, y aunque sea grave lo ocurrido, de ahí a cuestionar que la ciudad merezca ser Capital Europea de la Cultura 2016 hay un trecho. Y no lo digo tanto por Ancce (que al menos justifica sus argumentos) como por otros colectivos que, a la primera de cambio que se enfrentan con el Ayuntamiento, incluso amenazan con boicotear la candidatura.

No nos confundamos: las aspiraciones de Córdoba al 2016 son de la ciudad, no del Ayuntamiento. El Consistorio es la institución que debe encabezar la iniciativa, pero no es su dueña. Es la ciudad misma, la ilusión de sus habitantes y de más de medio millar de voluntarios, el pasado y futuro de esta urbe, los creadores y el entusiasmo de todos al acogerlos. Todo eso sin hablar de los 480 millones de euros de inversión que supondría el nombramiento. Es a mí, a usted, a todos a quienes se les hace daño cuestionando la candidatura, no a los responsables municipales que averigua si estarán en el mismo cargo cuando tras las elecciones, en junio, se decida la Capital Cultural. No me digan que no me merezco que Córdoba sea Capital Cultural del 2016, y menos porque alguien, con o sin razón, tenga cuentas pendientes con un tercero.