Hacía tiempo que no le veía entre nosotros, si bien siempre supe sobre su última vida dedicada al americanismo, desde hace años retirado entre miles de libros y manuscritos en su casa del barrio de Santa Cruz, donde seguía siendo un referente polémico para muchos en su magisterio, hoy cerrada a cal y canto para los demás, pero donde a buen seguro que su espíritu permanecerá para siempre antes de dirigirse a diario hacia su vieja Fábrica de Tabacos, donde tantos años de su vida pasara entregado a varias generaciones de estudiantes, muchos de los cuales a buen seguro no le vimos con buenos ojos. Todavía tengo clavada en mi retina una de las últimas conversaciones que mantuve con él. Fue en el patio barroco de la Diputación de Córdoba, donde enseguida muy amablemente vino a saludarme y a felicitarme por alguno de mis éxitos más recientes. Recuerdo sus cariñosas palabras hacia mi persona, algo no esperado por mí, diciéndome que se sentía mucho más maestro cuando veía a algunos de sus discípulos publicar. Reconozco que mi relación con él no fue siempre tan fácil como en ese preciso momento, sobre todo durante los primeros años setenta de la pasada centuria, ya que cuestiones de índole política o académicas nos hicieron diferir y mucho o mantener pareceres muy encontrados, si bien el paso de los años nos lo hicieron olvidar, me reconciliaron tanto con su persona como con su obra, sin duda de suma importancia para la historia de América y de Sevilla, muy a pesar de que otros pudieran decir precisamente todo lo contrario. Hoy sinceramente creo que tuve suerte al haber pasado por el aula de este insigne americanista, a quien la Hispalense no supo reconocerle bien su mérito académico e investigador, con cientos de artículos y medio centenar de libros en su haber, de los que yo destacaría El comercio canario-americano. S. XVI al XVIII o su ya clásico manual de Historia de los descubrimiento geográficos y conquista de América , publicado, en 1963, por la Editora Nacional y que aún recomiendo a mis alumnos de Historia de América en el C.A.a la UNED. En vida, don Francisco Morales Padrón (Las Palmas, 1923) tuvo una brillante trayectoria como historiador, y no sólo como el ilustre académico de Buenas Letras y catedrático de la Universidad de Sevilla que fue, en cuya Facultad de Filosofía y Letras ejerció como decano y director del Departamento de Historia de América durante años, así como de vicedirector de la Escuela de Estudios Hispano-Americanos, de tan grato recuerdo para mí. Pocos fueron los temas que escaparon a su estudio y erudito saber, al que como no podía ser de otra manera, contribuiría siempre su prodigiosa memoria y el fino olfato investigador que tuvo. Fue él quien me pondría en contacto con los legajos de los siglo XVI y XVII, los primeros que siendo estudiante trabajé en mi vida, tanto en el Archivo General de Indias como también en el Alcázar de Sevilla, lo que siempre le agradeceré al pasar entre ellos unas horas inolvidables y cruciales para mi vida. El archivo fue como su segunda casa, y así nos lo hacía saber a sus alumnos, no siendo poca la ayuda que generaciones enteras de estudiantes le prestamos en sus investigaciones como americanista o como historiador de Sevilla, o bien acerca de la visión que los viajeros tuvieron de ella, una milenaria ciudad que conocía como nadie y a la que llegara un día desde sus Canarias natal, para quedarse en ella para siempre y que sin duda alguna tanto amara hasta su partida en los mediados días del pasado mes de noviembre. Dedicó pues su vida a la investigación y a la docencia, sin más recompensa que el puro placer y el servicio por enseñar cuanto supo y pudo, que no era poco. Recuerdo todavía muchas de sus clases, por lo entretenidas y polémicas que eran y, cómo no, por las pistas con rigor, entre anécdotas, para futuras investigaciones suyas o que diera a generaciones enteras de compañeros nuestros de pupitre, habiendo profesado en otras universidades europeas y, cómo no, también americanas, por las que sería en algunas de ellas recompensado e investido como doctor honoris causa, estando en posesión igualmente de importantes distinciones y condecoraciones de diversos gobiernos, tanto del Nuevo como del Viejo Continente que le distinguieron como referente de toda una época ya superada, en la que algunos tuvimos para formarnos que mirar hacia otras cátedras universitarias. No cabe duda de que Andalucía ha perdido a uno de sus más preclaros investigadores, siendo muchos los que quedamos en deuda con tan ilustre ciudadano americanista. Descanse en paz, don Francisco Morales Padrón, Paco, para sus familiares y amigos de la Hispalense o del mundo entero, a los que a buen seguro habrá dejado una profunda huella difícil de igualar.

* Catedrático