Con frecuencia les digo a unos amigos mitrados, quienes de pesquisas andan siempre entre la capital del reino de España y la Roma de los Papas, que si hoy el arzobispo de Sevilla montara un circo, como otros prelados más de nuestra llamada piel de toro o del resto del Viejo Continente, a buen seguro que le crecerían los enanos. Lo digo porque ya pasó por lo que recientemente vivió en su archidiócesis, la muerte violenta de uno de los clérigos funcionarios bajo su paternal cuidado, la del capellán sustituto en la iglesia de san Antonio Abad, habiéndose relacionado su caso con la actividad de unos jóvenes dedicados al sórdido mundo de la prostitución masculina a la que tanta afición le tienen algunos miembros del clero secular y regular, a quienes días antes habría acogido en su casa de la calle Jesús del Gran Poder. En la ciudad de la Mezquita, desde palacio y con el báculo bien labrado y sobredorado en mano, él bien supo acerca de todo lo relacionado con otro luctuoso hecho que rodeó un caso parecido, en el que se viera envuelto un joven de nacionalidad rumana acogido por un cura hostelero muy querido en su feligresía de una cercana villa ribereña, como más tarde río abajo también lo fuera otro clérigo de san Juan de Aznalfarache, chantajeado con más de 100.000 euros por varios jóvenes de aquella misma nacionalidad y que ahora son puestos en libertad tras otorgarles su perdón el cura, por un video de contenido sexual. El sacerdote, desde mediados de octubre, está suspendido de su ministerio y con un proceso canónico abierto, cuyas actas pronto acabarán en la Santa Sede por unos hechos que se remontan meses atrás. Un acontecimiento que, como éstos de ahora y de algunos otros más ya no tan recientes se halla en los juzgados de Sevilla, y que por entonces tuvieran una gran repercusión mediática, desconociéndose aún si acabaron o no del todo por sustanciarse en la referida vía judicial, ya que recientemente he sabido que el presbítero encartado ha otorgado el perdón a los susodichos jóvenes rumanos a quienes al parecer conociera en el entorno de la plaza de Armas, antes de llevarlos después a su casa como invitados para tomar un café, habiendo éstos de igual modo ya retirado su denuncia en contra del referido sacerdote. No deja de resultarme raro todo este acuerdo en la mutua retirada de denuncias de unos hechos que a buen seguro se dieran. Hay quienes afirman que poco acaece para lo que podría pasar otras más veces y que de lejos bien podría haberse evitado, sobre todo cuando se veían venir, ya que no pocas veces los superiores los conocen al estar avisados de la fruta madura de la disipación, ocupando incluso alguno de aquellos delicados cargos en el propio entorno episcopal. Tan sólo tendrían los prelados españoles que mirar bien a su alrededor, como ahora deberá hacerlo el obispo de Segorbe-Castellón para el caso del cura de Vilafamés al que allí encontraron 21.000 archivos digitales de contenido pedófilo y acusado de distribución de pornografía infantil, y dejarse asesorar en sus dudas por quienes conocen tan peculiares andares, ya sea en la costa mediterránea, en las saunas capitalinas de algunas ciudades españolas o bien por el Charco de la Pava, la isla de la Tercia u otros lugares más de poblaciones cercanas a la Sevilla eterna, donde a buen seguro revierte parte del estipendio de tan ilustre feligresía, como acaece también en otras diócesis españolas. Ya sé que se me dirá que el arzobispo hispalense deploró el actual crimen y las circunstancias en el que éste se diera, por cierto sin aludir en su comunicado en ningún momento a las actividades sexuales del susodicho, llorando la muerte de su sacerdote asesinado, como no podría ser menos por quien se precia de ser el pastor, ya que reza incluso hasta por la conversión de quienes le quitaron la vida al capellán sustituto del Silencio. Asenjo nos invita pues a seguir "ayudando" y "estimando" a los sacerdotes, "cuya inmensa mayoría son fieles a su ministerio y están dejando la vida al servicio de sus comunidades", sin duda una apreciación la suya que a todas luces comulgo con ella, si bien le diría a su ilustrísima que tal vez actuara un poco tarde y mal, cuando los casos ya estaban en los medios de comunicación social, siguiendo la política de su etapa precedente, como lo fue la de quien no acaba de abandonar la tierra de María Santísima, o la de algún que otro prelado cercano, por no seguir con otros ejemplos del resto de España, como Toledo, Tarragona,Castellón o Valencia, quienes a buen seguro conocen lo que en sus jurisdicciones también allí se cuece, pero que no actúan ni a sabiendas de que el escándalo pudiera parecer ya más que manifiesto, por unos hechos bien comprobados, como podrían aclararles algún que otro colega de ribeteado hábito talar. Ellos bien saben lo que afirmo y, cómo no, también aquellos otros acerca de lo que conozco o escribo.

* Catedrático