El último sábado de abril no pude acudir a la convocatoria de mi siempre admirada Pilar Molinos, la colorista y vanguardista pintora amiga del Sur de Extremadura, si bien cumplí con lo prometido, ya en un mayo amanecido, cuando allí aún permanecía el olor a lilas blancas y a jazmines que con su perfume invadían, junto a la ajedrea y demás plantas de aquel bello patio, cada uno de los misteriosos rincones de La Cinoja, su singular casa-museo, donde en sus espacios expositivos hasta mediados de junio se acoge con cariño una buena representación de la plástica contemporánea de Córdoba. Una muestra que, como bien afirmara nuestro primer teniente de alcalde, el socialista Rafael Blanco, tiene vocación itinerante. Nos comentaba la pintora frexnense a la ceramista cordobesa afincada en Sevilla Fátima Zafra, al gran fotógrafo sevillano Curro Petit y a mí mismo, que aquel sábado pasado de abril el hogar pronto se llenó de arte, apareciendo entre sus primeros visitantes el pintor Jacinto Lara, en compañía de Juanjo Caro y de Nieves Galiot. El comisario de la exposición, Antonio Jiménez Lubián, director de la Galería Arte 21 y joven cordobés que arriesga por las propuestas más vanguardistas de este siglo, ahora lleva hasta Fregenal de la Sierra, en colaboración con el Ayuntamiento cordobés, a dos generaciones de creadores y a una pintora universal, pero frexnense de nacimiento, como es Pilar Molinos, quien no siendo andaluza, desde hace años se siente vinculada a nuestra tierra a través de la letanía armoniosa de las calles de Córdoba, donde expusiera ya en otras ocasiones, la última en la referida galería, con un notable éxito tanto de público como de crítica. Representando al Ayuntamiento de Fregenal, la concejal Manoli Caballero, y al de nuestro solar patricio, Juan Carlos Limia, persona a quien se siente cercana por su amistad, sin duda un gran profesional de la gestión cultural, quien en no pocos momentos supo mostrarnos su sensibilidad por proyectos tan interesantes como el que ahora en tierras pacenses representa a la ciudad universal. Córdoba, para hermanar culturas, una vez más, abre sus puertas a Extremadura, como la urbe abierta y acogedora que durante siglos siempre fuera, para mostrarle algunos de sus movimientos artísticos que hoy la entrecruzan. Eso es lo que pudo vislumbrar el escritor y crítico de arte francés Michel Hubert, afincado en Villafranca de los Barros, a quien como a tantos otros no dejaría de sorprenderle que en una población como aquella pudiera subsistir sin apenas ayudas, desde 1998, un lugar para el arte contemporáneo tan importante como el que hoy representa La Cinoja, convertida en pocos años en un referente nacional y, cómo no, en embajada también ante el mundo de la propia cultura extremeña, una comunidad que con tenacidad luchó por permanecer viva ante el mundo entero.

Y Córdoba contemporánea, incansable de sol a sol, viste ahora la exposición con sus mejores telas, pinturas, esculturas, dibujos, cerámicas, todas como punto de unión y con un hilo conductor común, que no es otro sino el de mostrar parte del arte que hoy aquí se hace, con su multiplicidad de lenguajes de color, dolor, sutilezas y sueños, que entre líneas habría que saber leer con la armonía del diálogo con cada una de las obras allí colgadas, las cuales nos llegan a transmitir no pocas de las emociones y sorpresas que podríamos encontrar por las heredades y callejas que antaño igualmente transitara don Luis de Góngora. Marcel Bohumil, Hashim Cabrera, Cristina Cañamero, Juanjo Caro, Javier Flores, Nieves Galiot, José María García Parody, Antonio González, Jacinto Lara, José Luis Muñoz, Rafael Navarro, Paco Salido, Hisae Yanase y Pilar Molinos nos supieron transmitir a través del pincel, del cincel, del papel, del bordado o bien de la piedra todo su saber, en una armoniosa mezcla entre poesía experimental y pintura, que basadas en relatos no del todo lejanos bien pudieran construir un imaginario lleno de fantasía, como lo son las altas clausuras silenciosas sobre el blanco tapial de nuestra ciudad, a la que representan en su tránsito hacia una modernidad que ya triunfara en Europa y América. En modo alguno creo, al conocerla bien, que la anfitriona pensara en otra cosa, y que con la muestra ensombreciera su firme apoyo a Cáceres como Capital Europea de la Cultura en el 2016, ya que solo pretendió acoger lo que su propia casa en sí misma representa, que no es otra cosa sino un proyecto antiguo en su génesis y la universalidad de una tierra para acoger, como otras veces así lo hiciera, un encuentro entre dos culturas que mutuamente se necesitan, como las que emanan de dos pueblos milenarios con una rica historia en común. No se duda que para Córdoba supone una embajada de lujo ante otras miradas, pero también representa, como afirmara Rafael Blanco, el simple encuentro de nuestros creadores con otros pueblos y territorios de España.

* Catedrático