Pongamos que hablamos de fútbol, aunque mayo está siendo un mes especialmente duro en muchos ámbitos de la sociedad cordobesa. Lo que el Córdoba CF ha sufrido en particular durante este mes ha sido el fiel reflejo de su entorno frágil; una distimia primaveral en toda regla. Una depresión inesperada provocada por la borrachera de éxitos que trajo el pasado mes de abril, que adelantó imprudentemente los fastos de la permanencia donde nunca debieron de adentrarse, del vestuario hacia adentro. Con todo a su favor, es decir, 48 puntos a finales del mes pasado, ni Lucas Alcaraz ni sus jugadores han sabido manejar la situación y solo han sido capaces de sumar este mes de ferias y festejos un solo punto.

Aunque la situación no es crítica, porque hay demasiados equipos implicados en la pelea por eludir el descenso y sin margen para el error, lo cierto es que el Córdoba no solo ha dilapidado de un plumazo la buena imagen de equipo serio y solvente de Segunda A que venía mostrando a lo largo del campeonato, sino que coloca a la entidad y su afición en una situación comprometida en el momento menos adecuado posible: buscando un patrocinador para el futuro. El peor escenario nos retrotrae a las últimas temporadas en las que el equipo se veía obligado a salvarse en las últimas jornadas de Liga. Hace un mes, esta posibilidad parecía impensable. Ahora, todo es posible después de las últimas cuatro derrotas y un empate que acumula el equipo. Pues ellos tienen la palabra.