Siempre se ha dicho que el sombrero cordobés, junto a la esbelta peineta, la elegante mantilla y la torera montera, forma parte de la tradición y cultura española, y especialmente de la andaluza. Difícil resulta imaginar un tablao flamenco, un coso taurino, un camino rociero, un recinto ferial, sin la mencionada prenda. Porque se identifica con el señorío, distinción y el porte de la mujer u hombre de esta bendita tierra.

Pero como dicen en Córdoba: "Nuestro sombrero hay que saber llevarlo", y así lo hicieron ilustres y renombrados personajes de la época, como Manolete o Julio Romero de Torres, entre otros.

Por ello, me indigno cuando presencio en plena Romería de la Blanca Paloma almonteña a dos bueyes arrastrando una carreta, con unos niñatos que dicen ser peregrinos, portando sobre sus cabezas un novedoso artilugio negro con ribete rojo, mezcla de capo mafioso y gánster de celuloide.

El fútbol arrastra masas y el presidente del club sevillista ha inventado el "sombrero talismán", y lo utiliza como amuleto desde que asegura que gracias a él su equipo gana títulos.

Mucho me temo que pronto tengamos a dicho estrafalario mamotreto en versión plastificada, rivalizando con nuestro elegante y sobrio sombrero cordobés por representar a la comunidad andaluza en festejos y celebraciones.

A los que sonríen incrédulos mientras me leen, les recuerdo que la Feria de Abril la crearon un catalán y un vasco, alcanzando la fama actual, por eso no me extrañaría que un sombrero comprado en Madrid llegue a ser el símbolo de Sevilla. ¡Casi ná!

Antonio Lozano Herrera

Tomares (Sevilla)