La prostitución, tal como otros pecados, ha sido tolerada y es una de las profesiones más antiguas, indicando con ello su carácter intrínsicamente económico. Los historiadores datan la prostitución allá por la edad del Hierro; en época de Roma hay símbolos que cuantifican las tarifas en el mercado de la prostitución así que su mercado debía estar organizado. Incluso en determinadas circunstancias la prostitución era virtuosa. En época helénica la prostitución estaba ligada a la magia y a la posibilidad de hallar favores para una comunidad.

Algún que otro santo, como Tomás de Aquino, aceptaba la prostitución como un mal necesario que evitaría un pecado peor: el de la sodomía. Sin embargo, el Deuteronomio 24, 19, al tratar de normas sociales y culturales dice claramente "no llevamos a la casa de Yahveh don de prostituta sea cual sea el voto que hayas hecho" como rechazo a la prostitución sagrada de hieródulos e hieródulas, tara de los cultos cananeos (hoy Palestina). La prostitución era algo horrible en tiempos de Miqueas (721 a.C.) cuando al juzgar a Samaria dijo: "Haré rodar todas sus piedras por el valle, pondré al desnudo sus cimientos, todos sus ídolos serán machacados, todos los salarios de las prostitutas quemados, porque se amontonarán sus ídolos como don de prostituta y a don de prostituta tornarán".

Esta actividad tan antigua y permanente ha sido objeto de análisis económico, tanto desde el lado de la demanda como desde el lado de la oferta. Para el demandante se maximiza una función de utilidad mediante un sexo oneroso en la que se tiene la posibilidad de elegir una persona fuera de la pareja. Cuando el sexo externo a la pareja va unido a servicios de compañía el economista comprueba que el precio de ambos servicios es más elevado. Pero la elección de sexo extraconyugal tiene costes que pueden ir desde el oprobio social hasta la depreciación del capital personal, representado por enfermedades venéreas.

La disposición a tomar riesgos por parte del demandante se concreta en la posibilidad de sufrir sida; sífilis, etc. Para el economista el sexo pagado es menos costoso en términos de tiempo de búsqueda que el sexo no oneroso fuera del matrimonio.

Por el lado de la oferta, la prostitución por mercados segmentados puede andar por la calle o puede ser selectiva como lo era en los tiempos sagrados de esta profesión. La oferta puede ser una decisión forzada por la pobreza y necesidad de proveerse de ciertos bienes primarios como ocurre en caso de algunas madres solteras y algunas emigrantes engañadas con ofertas de empleo inexistentes. Aquellas mujeres que carecen de alternativas de empleo y están en la pobreza pueden ser más propensas a entrar en el segmento de la prostitución callejera. Una profesión que no sufre presión fiscal tiene incentivos para que algunos (mujeres y hombres) entren en esta actividad. Cuando la prostitución se ilegaliza aparece enmascarada bajo forma de actividades legales, tales como casas de masajes, bares de karaoke, hoteles, casas de baño, etc.

En un escenario de ilegalización el economista encuentra la figura de agencias de intermediación que añaden flexibilidad a la transacción con oferta de equipamientos adecuados (casas de citas) mediante los servicios de internet. Pero, aún legalizada, debido a una baja tolerancia social, no funciona el libre mercado, aunque se oferten precio, descuentos, ofertas y pago con tarjeta. Existen fusiones entre hoteles, casas de juego y prostitución que son carteras de negocios pero no es fácil encontrar cooperativas de prostitución.

El salario de la prostitución es el precio en el mercado, que a veces es más alto que el sueldo del Presidente del Gobierno. Hay precios públicos como los de los escaparates de Amsterdam que igualan, a veces, a los de un disco compacto y son más bajos que el precio de un excelente libro de economía. Aunque la prostitución en este mundo ya no es pecado, es una actividad difícil de regular por los condicionantes que acabo de comentar.

* Profesor emérito de la Universidad de Córdoba