Lourdes Pérez Moral describe en "La casa Pallarés. Familia y Negocio oleícola", la historia de una empresa pionera de la comercialización del aceite de oliva. Un catalán, Fernando Pallarés Besora, inculcó a sus hijos esa idea. El menor de ellos, Luis Pallarés Delsors, nacido en Tortosa en 1880, vino a Cabra para asumir la actividad empresarial que sus otros hermanos realizaron en Tortosa, Borjas Blancas y Marsella. Como dijo el catedrático José Peña en la presentación del libro, "supo armonizar lo rural con la industrialización y comercialización". Un adelantado en el negocio oleícola que sigue sin resolver la asimetría mentalidad de labrador-mentalidad de industrial comerciante. La frase "¡qué sabrá de aceite si no tiene ni una fanega de olivar¡", tan repetida en nuestro mundo olivarero, refleja el desequilibrio, o asimetría, de saber más de campo que saber comercializarlo con espíritu empresarial. Luis Pallarés Delsors está en la memoria colectiva de los egabrenses, y de Andalucía, como creador de una empresa que llegó a tener 200 trabajadores y que exportó aceite de oliva a medio mundo. En 1917 solicitó a la Casa Real permiso para crear la marca Rey Alfonso. Después de algunos reparos y vicisitudes, lo logró. Hemos visto la reproducción de aquel envase metálico con el retrato del rey Alfonso XIII y la leyenda "Aceite Comestible Puro de Oliva". Aceite de aceitunas de Cabra, Nueva Carteya y Lucena que con aquella marca se vendió en América. Muerto Luis Pallarés Delsors, languideció y murió también el negocio oleícola. Queda la familia.

* Periodista