Cuando el milenio tocaba a su ocaso tuve el honor de presentarlo (a Miguel Salcedo Hierro) en el Instituto Góngora, al impartir su lección de comienzo de curso. A modo de semblanza, apunté en un breve perfil suyo lo que en adelante sería para él, como señal de agradecimiento, su propio currículo. Hoy, como homenaje, quisiera traer a estas páginas cuanto manifesté sobre su persona. "Presentar a don Miguel Salcedo Hierro (Córdoba, 12 de febrero de 1923) en la ciudad de la Mezquita, de donde es cronista oficial, es un privilegio para cualquier cordobés pero, sobre todo, para quien ama a esta urbe milenaria y universal, como es mi caso. Aparte de la amistad que mantenía con mi padre y conmigo desde hace décadas, porque representa una de las personalidades más relevantes en el ámbito cultural y social de nuestra ciudad y provincia. Miguel Salcedo, tras estudiar el bachillerato en el Instituto de Segunda Enseñanza, cursó los estudios musicales en el Conservatorio de Córdoba, y los de Arte Dramático en las Escuelas Superiores de Madrid y Sevilla. Ha ejercido su profesorado como catedrático de interpretación en al Escuela Superior de Arte Dramático de Córdoba, de la que fue, en 1980, su primer director, cargo en el que continuó compaginando con las tareas docentes hasta su jubilación en 1988, al cumplir la edad reglamentaria. Durante estos años, fue constante su labor con los alumnos, a los que dirigió teatralmente en múltiples ocasiones. Como dramaturgo estrenó El Príncipe Jazmín (1944), El Collar de la Paloma (1947), ¿Quién dirá que no tengo amor? (1949), Abanico de marfil (1952), El Patio de los rosales (1953), Torero porque yo quiero (1953), Y habitó entre nosotros (1954). Igualmente, entre sus escritos literarios, tiene publicado el libro de poemas Miniaturas (1948). Porque Miguel Salcedo Hierro es ante todo poeta y autor teatral. Sobre todo, hombre de teatro y prueba de su amor por el arte de Talía y de su máxima cualificación sobre el tema es que fue secretario de la organización de las "Primeras Conversaciones Nacionales sobre teatro", celebradas en noviembre de 1965, que congregó a personalidades como Rodríguez Méndez, Sanchíz, Pepe Monleón, Lauro Olmo, o el propio Antonio Gala. Además, gracias a él y a otros compañeros de Corporación Municipal, a la que pertenecía como teniente de alcalde, le debemos los cordobeses, junto a Joaquín Martínez Björkman y Luis Felipe Medina, el haber salvado de la picota el singular edificio del Gran Teatro, tan importante para el patrimonio de esta ciudad.

Por otra parte, de todos es bien sabido que la cultura alimentaria resulta accesible también desde el universo de la literatura, no sólo por ser considerada patrimonio de una determinada época, sino también por su propia entidad epistemológica, que permite llegar al mundo del gusto a través del imaginario individual y colectivo. Por ello, Miguel Salcedo, desde las páginas de Diario CORDOBA, con sus numerosos artículos y libros, como La cocina andaluza (Premio Nacional de Gastronomía,1979), La cocina familiar antigua (1992), y otros más se nos revela como un excelente gastrónomo, estudioso y amante de una cocina que constituye algo más que recetas. De ahí, haber participado como prologuista en libros como Los vinos de Andalucía , de Manuel López Alejandre, o en La cocina diaria , de su hija, María del Sol Salcedo Morilla; o bien, como conferenciante y ponente, en numerosos actos, reuniones académicas o congresos y, entre ellos, el symposium internacional de Cultura Alimentaria, celebrado en Córdoba, en 1993, en el que tuve el honor de participar como ponente junto a él, y a otras personalidades nacionales y extranjeras, cuyos resultados han visto la luz en la obra Cultura Alimentaria. Andalucía-América (A. Garrido Aranda, compilador), publicado en 1996 por el Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional autónoma de México. Colabora, igualmente, en el apartado gastronómico en Los Pueblos de Córdoba (1992) y en el volumen IV de Córdoba capital (1993). Ha publicado también Guía de Córdoba (1964), Córdoba (1971), El Alcázar de los Reyes Cristianos (1974), Córdoba en color (1975). Como prologuista, entre sus obras se cuentan las de Ricardo de Montis y Romero, Tiempo, Notas, Recuerdos (1989), Historia de la Casa de Cabrera , del Padre Ruano(1994), etc. Durante años alternó su actividad docente y de escritor, y sus colaboraciones en la prensa diaria y en revistas especializadas, con la de académico numerario, perteneciente, tanto a la Real de Córdoba, de Cronistas de Ciudades de Andalucía, Andaluza de Gastronomía o la del Vino, siendo, asimismo, miembro correspondiente de la Real de Bellas Artes de San Telmo de Málaga y de otras instituciones, tanto públicas como privadas, relacionadas con la cultura. Podríamos continuar glosando sus múltiples cursos, conferencias, pregones de ferias y de Semana Santa, pronunciados en numerosas poblaciones de la geografía nacional, o sus más de mil artículos publicados en la prensa diaria, y que forman un extenso historial. Unicamente quiero añadir que es nombrado hijo adoptivo de Archidona (Málaga) en 1970, Premio Turístico Everest (1984), Medalla de Oro de la ciudad de Ceuta (1976), Pico de Oro de Córdoba (1976), Socio de Mérito de Hostecor (1992), y Cronista Oficial de la Ciudad de Córdoba(1989), etc. Méritos, todos ellos que, sin duda, resumen toda una trayectoria de amor a esta ciudad Patrimonio de la Humanidad. Aunque no quisiera extenderme más en esta presentación, a modo de semblanza. Que sea él quien, con su verbo fácil, nos hable de los "Caballeros colegiales de la Asunción", en su lección inaugural de apertura de este curso académico 1998-99, en el Instituto Luis de Góngora, en el que fue un destacado alumno". Estas fueron mis palabras de aquel día y que hoy repito como tributo al amigo que nos deja. Descanse en paz.

* Catedrático