Será por aquello de la penitencia cuaresmal, pero era ya hora de que a los obispos irlandeses o de otros lugares se les comprometiera en la cooperación con las autoridades, lo que rechazaban hasta ahora y a "actuar con eficacia" con el fin de hacer justicia por los abusos sexuales de cientos de niños cometidos por religiosos de aquellos países donde se dieran, con el silencio cómplice de superiores y jerarcas católicos. Así lo reconoció el Vaticano tras la reunión mantenida en febrero pasado por los 24 prelados de Irlanda con otros purpurados y con el mismo Papa Benedicto, quien calificó tan execrables hechos de "crimen atroz" y de "un pecado contra Dios", exigiendo a los obispos que "restauren la credibilidad de la Iglesia irlandesa", abogándose en el texto emitido desde la Curia romana para que los errores y omisiones cometidos no vuelvan a repetirse, tras su fracaso durante años. El cardenal Bertone no dudó en calificar todo de "casos abominables", habiendo instando a los prelados a reconocer su culpa, cosa que ya hicieran algunos ante el Papa, incluso admitiendo su responsabilidad, si bien no parece estar del todo claro si entre ellos estaba el obispo de Galway, quien se niega a poner su cargo a disposición del Pontífice, con el argumento de que no había hecho nada malo. Hasta ahora ya renunció el obispo de Limesik y otros tres más presentaron su dimisión, aunque Benedicto XVI aún no la admitió. Por su parte, las víctimas de esos abusos se han dirigido a Ratzinger para que las referidas órdenes implicadas paguen las correspondientes compensaciones económicas, habiendo instado para que los susodichos obispos renuncien a sus diócesis, en lo que parece una clara alusión a Martin Drenan, y a que la Iglesia coopere entregando a la Justicia civil no sólo a los responsables de los abusos, sino a quienes también los ocultaron durante años, amenazando de llevar a muchas diócesis a la bancarrota, tal y como acaeciera en los EEUU. Algunos grupos de víctimas han quedado decepcionadas tras lo tratado sobre el tema. Según la organización "Uno de cada cuatro" el Vaticano no ha aceptado su responsabilidad en los hechos por haber encubierto a los responsables hasta que la noticia saltara a los medios de comunicación. "Es profundamente ofensivo para los supervivientes sugerir que fueron abusadas por culpa de la fe, en lugar de decir que los curas eran movidos de una parroquia a otra y aquéllos en posiciones de autoridad miraron para otra parte". Ni la Iglesia, ni tampoco el Vicario de Cristo han explicado aún lo suficiente sobre su fracaso, y el de sus nuncios a la hora de colaborar con el informe Murphy o con otros más, a los que pusieron no pocos obstáculos para que jamás viesen la luz. Parece como si la Iglesia hubiera querido siempre tapar el problema y si ahora da la cara puede ser forzada por las circunstancias y la realidad de los informes de Ryan y Murphy o de otros más, que denuncian la clara connivencia de algunos jerarcas al proteger a los sacerdotes pederastas, en lugar de hacerlo con las víctimas. Basta para ello observar la hipocresía con que monseñor Carrasco Rouco despachó el asunto sin fundamento alguno cuando fue interpelado, apelando, sin más, a que "la naturaleza es débil, frágil y tiende al pecado". Ahora resulta que el problema va a ser social y no de la probable educación psicoafectiva que reciben sus sacerdotes. Ni al Papa ni a sus obispos parece, pues, haberles interesado demasiado el tema, por mucho que ahora digan lo contrario, como Georg Ratzinger, el de las bofetadas del coro, tan solo les importaba que no hubiera escándalo, tal y como ya mantuviera Juan Pablo II. Nada se hubiese sabido de no haber saltado a los medios, igual que acaeciera con el asunto Maciel, el fundador de los Legionarios de Cristo o cuanto ahora acaece en Alemania, Austria y Holanda; para ellos, tan execrable crimen se sustancia en la confesión sacramental y con el rezo como penitencia de unas cuantas avemarías y tres padrenuestros, en lugar de poner a los verdugos siempre a disposición de la justicia civil. Menudo invento éste, se comete un delito y, al final, se resuelve todo con un mea culpa y unas cuantas oraciones. ¿O es que acaso Benedicto XVI nada sabía cuando presidía el ex Santo Oficio? ¿Por qué no actuaron con la contundencia de ahora? Da la sensación de que les preocupaba más el escándalo o el dinero de las indemnizaciones que las propias víctimas. El, bien conoce cuanto consta en sus archivos, tan sólo haría falta una orden suya para que hubiera una mayor transparencia y para que los mismos quedaran a disposición de la Justicia civil, así se vería mucho de lo que a buen recaudo allí se guarda. De todas formas, la cosa y el aluvión de denuncias no han hecho más que empezar, estoy seguro de que detrás vendrán otras naciones más, por ser más que evidente lo que siempre ocultara la Iglesia de Roma.

* Catedrático