Algunos obispos poco o ningún arreglo tienen hoy, no solo por edad sino cuando exponen sus particulares puntos de vista sobre moral sexual. Es lo que le sucede al emérito de Pistoia ahora, quien ha desatado las iras de gays y lesbianas por haberse mostrado contrario a que cuantos así se declaren no puedan tan siquiera acercarse a recibir al Señor, por considerar que la homosexualidad es "un desorden, un pecado que excluye de la comunión". No obstante, Simoni Scatizzi considera que si un homosexual se le aproximara para comulgar, tampoco podría negársela, por no saber a ciencia cierta si dicha persona se habría o no "confesado, arrepentido o haber cambiado de vida" incluso. Está claro que, como también en la propia Santa Sede acaece, no paran de provocar y atacar en su dignidad a tan peculiar comunidad existente en su seno. De manera hipócrita, tal y como le respondiera el presidente del colectivo italiano de gays, Aurelio Mancuso, no tienen "ni tan siquiera la valentía de exponer directamente y llevar su guerra contra quienes afirman libremente su identidad". Para él, no hay duda, ya que a su juicio tanto ellos como las lesbianas y transexuales deberían dejar a un lado a "esta Iglesia fascista, homófona y cómplice de la violencia". Y, al igual que el referido obispo de 79 años, meses atrás, otros también se habrían mostrado en la misma línea, contrarios a darles la comunión, como fuera el caso del emérito de Grosseto, Giacomo Babini, quien llegó a definir la homosexualidad como un "pecado gravísimo", expresando que jamás se la daría a "uno como Vendola", refiriéndose a Nicki, quien se autodefine como comunista y católico, siendo el presidente de la región sureña de Puglia, también, un conocido gay. El anciano prelado se habría mostrado al mismo tiempo partidario de que los ayuntamientos no facilitasen casas a las parejas del mismo sexo. No es el único que así lo piensa, puesto que el emérito de Lucera-Troia, Francesco Zarrillo, dijo también hace pocos días, en una particular declaración homófoba, que "habría que insistir" a los gay para que no se acercasen a comulgar "por no alimentar el escándalo". Para ellos, todo es así; sin embargo, no lo es el comportamiento de algunos de sus iguales. Porque, está claro que gays los hay en todas partes y, cómo no, entre el colectivo eclesial, tanto en Italia como en otros lugares como España, quienes además de ocultar su orientación son en público personas abiertamente contrarias a dicho comportamiento, alguno incluso príncipe de la Iglesia por más señas, como dijera en su día el cura José Mantero. Así, algunos, pero lo que escandaliza más del susodicho purpurado es que, siendo gay y practicándolo también, se le puedan leer y escuchar airados e hipócritas sermones en contra de las personas que aman a sus iguales. La Iglesia está llena de reverentes clérigos un tanto "Belle de jour", como los definiera en su blog el referido clérigo andaluz, cómodamente instalados en sus armarios, sin salir del agujero donde se pudre no solo el orín sino que roe también la polilla, y quienes, como afirmara con anterioridad a su suspensión "a divinis", a pesar de sus conductas bien podrán continuar acogidos a sagrado, diciendo misa a diario, pero claro está, guardando el puntito de la discreción, tan deseable por la mayoría de sus ordinarios. Para él, no dejan de ser como sepulcros blanqueados durante el día, y bien sabía él de lo que hablaba, pero eran también túmulos sin señal alguna a la noche en cada cuarto oscuro, donde tantos se escurren con la náusea de su hipocresía. "Podrán seguir dejando a su amante en el lecho para irse a celebrar misa de ocho. Benedicto XVI no los va a tocar, lo asegura su Instrucción. El, el inquisidor obsesionado por el sexo y la homosexualidad, mantendrá en el sacerdocio a los discretos que prefieren vivir el don de Dios embozados en la capa del disimulo". Ustedes, curas sodomitas --como bien les dijera al referirse al clero nacional en una de sus exposiciones de la Casulla de San Ildefonso-- que se permiten sermonear contra los gays no se merecen el evangelio. "Usted, obispo homosexual fingidor, que no levanta ni una tos contra la homofobia de la jerarquía romana... Es con ustedes con quienes hay que tener cuidado, velar y orar para no caer en el cenagal. Ustedes que se quedan. Ustedes que callan". Palabras certeras de quien fuera castigado por haber hecho más que notorio el ejercicio de su tendencia. De haberse mantenido en la sacristía, dentro del armario de nogal, igual hasta lo habrían premiado hoy con una sede apostólica, o por lo menos con una prebenda en alguna de sus canonjías. Digo yo, que por no ser menos que otros a quien a buen seguro, en sus ratos de ocio, tan bien conociera. Demasiada hipocresía pues, y sin solución alguna, por parte de los jerarcas italianos y también, cómo no, de algunos españoles.

* Catedrático