En estos momentos en los que la doctrina del neoliberalismo teóricamente está a la baja --y la Bolsa al alza y vuelven las mismas tendencias del sistema capitalista una vez parcheado por la social democracia con los dineros públicos-- quizás sea el momento para recordar que las naciones ricas han crecido precisamente ignorando la doctrina del laissez-faire . Como recomendó George Kennan en 1948 al gobierno de los EEUU: si quería mantener la disparidad entre "nuestra riqueza y la pobreza de otros", debían repudiar eslóganes idealistas y mantener conceptos de poder. Y apostilla Noam Chonsky con ironía: "Hasta el punto de que, si las fuerza del mercado interfieren con los privilegios domésticos, rápidamente se tira a las llamas el libre comercio". El colonialismo fue su momento estelar. Pero también lo estamos viendo con los privilegios de los bancos hoy y en la socialización de las pérdidas del tejido financiero especulativo global. Y es que el laissez-faire ha sido siempre una vaina y el mercado, su profeta. O como dijo nuestro Alfonso Guerra allá por 1993: que aceptar el mercado liberal como mecanismo justo de la distribución de los recursos es un error, porque "mi punto de vista es que el mercado libre nunca ha existido". ¡Y tanto!

Ya en 1950, Alexander Gerschenkron demostró que el desarrollo del capitalismo --anterior a la extrema desregularización que ha traído la crisis actual-- dependió de la intervención estatal para superar las deficiencias del mercado. Y cierto es que, en su día, el capitalismo colectivo de Japón pudo ser considerado por Chalmers Johnson como "el único país comunista que funciona" por su eficiente coordinación y planificación. Y no es menos cierto que el famoso "milagro alemán" de la posguerra, alimentado por el Plan Marshall, creció al amparo de elementos corporativistas. Aunque solo sea anecdótico, ¿recuerdan cuando hace unos años los productores de ajos españoles se quejaban de que no podían competir con el ajo chino y pedían al Gobierno español que impidiera las importaciones del país asiático? ¿O ya se han olvidado los pujos de George W. Bush haciendo de forzado bombero para apagar el incendio que ha dejado el capital financiero? El mercado no está guiado por la "mano invisible" de que hablara Adam Smith, padre del liberalismo, sino por la muy visible de la intervención estatal. El capital debería recordar esto cuando le pican los impuestos y no solo implorar la ayuda de Santa Bárbara cuando no llueve.

* Escritor ricardocrespo.blogspot.es