Para los amantes de la gran aventura americana, y más cuando suenan los tambores de independistas bicentenarios, les invito a leer un libro portentoso: Imperios del mundo Atlántico , de John Elliot. El prestigioso hispanista hace una traza comparativa entre la colonización española y británica en el Nuevo Mundo, ayudando en su ilustrada lucidez a pergeñar por qué fue lo que fue. Elliot enfatiza las diferencias entre ambas conquistas en el tiempo cero, que en buena medida marcó todo el desarrollo posterior. Así, pese a leyendas negras e inquisiciones, los días de Colón tenían la frescura del Renacimiento, mientras que, sesenta años después, los Padres Peregrinos llegaban a Norteamérica trufados de providencia y oscurantismo, huyendo de una Europa marcada por las guerras religiosas.

Esa impronta religiosa que marcó el nacimiento de los EEUU sigue viva. Y de qué forma. Nuestra larga marcha hacia la aconfesionalidad muestra distinta longitud de onda con los norteamericanos. Hoy sería muy difícil imaginar una alocución desde la Moncloa elevando las preces al Señor. Mas lo que Zapatero no hace en España, lo hará en las Américas, invitado por Obama al Desayuno Nacional de Oración. ZP sucederá a Hernández Mancha como dirigente español en este encuentro de espiritualidad. Ello viene a corroborar que, de haber repetido un conservador, la progresía compararía ese acto con una chocolatada en el obispado. Todo por la causa, porque priman las razones de Estado, aunque a los yanquis les ofrezcan la posibilidad de ver a nuestro presidente como un converso, esa oveja descarriada que no rezó con un Bush de Jehová, pero sí lo hace con Obama el samaritano. Quizá Zapatero no musite el Jesusito de mi vida, y se acuerda de Aretha Franklin para rezar una pequeña oración.

* Abogado