Esta vez lo hace gracias a una nueva tragedia; un terremoto notable. De nuevo, nos acordamos de los que viven en la miseria, en la trastienda de nuestro planeta.

Cuando voy andando por la calle y me paran para intentar captarme para Acnur o alguna oenegé, pienso si realmente quieren que colabore en que todos los habitantes de la tierra nos podamos duchar todos los días... o quizá sería mejor invertir, además de en evitar la muerte, también en poner un poco de orden a la hora de engendrar la vida. Se me ocurren pocos pensamientos más sinceros a la par que políticamente incorrectos.

Porque siete mil millones de personas quizá sea un censo que la tierra no tenía previsto, porque tragedias como las de Haití cada vez nos conmueven menos. Nos estamos acostumbrando a que la Tierra ponga un poco de orden en lo que nosotros no queremos hacerlo.

Quizá no nos preocupe tanto el cambio climático que enfría la tierra porque nosotros la estamos calentando en exceso y eso nos permite, entre otras cosas, pasar de un noviembre en la playa a un diciembre esquiando.

Porque, en el fondo, pensamos que las consecuencias de nuestra falta de conciencia la pagarán los de siempre; los que mueren aplastados por sus casas de papel cuando hay un terremoto. Eso les pasa por pobres.

Ignacio Caballero Botica

Madrid