Así me lo parece, ya que un determinado modelo familiar, el propugnado por los obispos célibes, se ha lanzado al activo combate frente a algunos otros, que son sino cuantos vienen en su mentalidad socavando y destruyendo al Viejo Continente. El arzobispo de Madrid, el cardenal Antonio María Rouco Varela, ve pues un panorama un tanto desolador y bastante oscuro para el modelo de familia cristiana que ellos mismos defienden, que se ve amenazado según ellos por el divorcio, el aborto y los matrimonios entre personas del mismo sexo. Otra vez, tan destacado Príncipe de la Iglesia lo ha vuelto a repetir en la plaza de Lima de Madrid, donde arropado por otros 38 obispos españoles, más 14 cardenales y prelados llegados desde diversos países europeos o por toda esa pléyade de fieles seguidores que representan al fundamentalismo católico, entre otros, que ni por asomo pudieron llegar a las cifras de otras veces, afirmando el cardenal en la concentración que "Europa sin vosotros se quedaría prácticamente sin hijos. El futuro moral y biológico de Europa pasa por vosotros". Por lo que se ve, el purpurado con residencia en la capital de España, como otros más de la Roma de los Papas que le siguieron, a parte del catastrofismo que manifiestan, no se han enterado del todo de la realidad que se vive en el mundo, ni de que la creencia que ellos defienden sobre la natalidad pudiera ser un desastre para la propia humanidad entera, por no estar preparada la Tierra para acoger a tantos "hijos de Dios" como ellos propugnan. Sería un desastre para el planeta si se les hiciese caso a los obispos, por cierto, con mucho mejor criterio cuando viven en otras realidades del Tercer Mundo. Y no solo lo digo yo, sino también destacados demógrafos de prestigio internacional y, más recientemente, un profesor y asesor de la Unesco en asuntos medioambientales como John Celecia, quien afirmara que la postura de las principales religiones monoteístas sobre la natalidad pueden llegar a resultar un lastre en la lucha contra el propio cambio climático, por la incidencia que tienen en las políticas de control demográfico y su impacto en el Tercer Mundo. Dijo Rouco Varela que el panorama para las familias "no es precisamente halagüeño", asimilando el divorcio al repudio, obcecándose una vez más el jerarca en tratar de imponer su modelo a los demás. No, señor purpurado, no es cierto lo que en no pocas ocasiones afirman ustedes, de que los Estados hayan abandonado a la familia, ésta jamás estuvo tan protegida como ahora. A mí no deja de sorprenderme además de que hablen con tanta ligereza acerca del matrimonio y de la familia y mucho más quienes ni tan siquiera fundaron la suya propia, con una base sólida en cualquiera de sus variantes. "Tanta palabrería sobre el hundimiento del matrimonio, o sobre el sacrosanto papel de la mujer en el cuerpo social que, como bien afirmara recientemente en El País Juan G. Bedoya, procede, además, de una institución regida por varones célibes que tienen cerrado a cal y canto el paso a la mujeres en su organización, e incluso un concepto poco honroso del amor carnal, incluso el sacramentado". Está claro que excluir algunas realidades sociales humanas, en su actual configuración, no me parece que sea vivir dentro de la realidad, por no decir que lo único que consiguen los jerarcas con su radicalidad y con tanta manifestación en esa dirección tan poco evangélica es dividir a los católicos del mundo, ya que la inmensa mayoría, afortunadamente, no pensamos como aquellos al no compartir tanto ataque permanente a las leyes aprobadas por nuestros respectivos parlamentos para dar repuesta a toda la ciudadanía, sin exclusiones de ningún tipo. Los gobiernos se limitan pues a dar rango legal a lo que sus ciudadanos en la vida cotidiana han hecho normal. Los jerarcas siguen dando una imagen trasnochada y apocalíptica a la hora de defender a la familia, no habiéndose enterado aún de que existen realidades tan lícitas como las que ellos mismos nos proponen.

No tengo nada que objetar a quienes así quieren vivir o sobre la manera de entenderlo, de hecho yo mismo mantengo su mismo modelo, pero si que me produce un cierto rubor que pontifiquen en relación al matrimonio o a la paternidad, y más conociendo que su celibato les impide tener hijo alguno. Además, cuando se sabe que, desde una perspectiva antropológica, tampoco existe una definición de matrimonio lo suficientemente amplia como para ser aplicable a todas las sociedades, en las que se dan situaciones muy diversas y en las el parentesco se construye socialmente.

Señores prelados, dejen de imponer nada, los tiempos son otros, ya que de seguir así lo único que conseguirán es que, como ya ocurre en relación con las parejas de hecho, el divorcio o el control de la natalidad, se les haga menos caso aún, por muy variopintos que pudieran ser los escenarios desde los que nos propongan sus propuestas.

* Catedrático