La Iglesia cordobesa queremos, una vez más, mostrar nuestra solidaridad y compromiso con las víctimas de la crisis económica. Ellas son realmente nuestra preocupación. Y es a ellas a las que queremos unir nuestra suerte. No podemos anunciar el Evangelio si no somos la Iglesia samaritana que siente compasión de quiénes, al borde del camino, "han caído en las manos de unos salteadores que, después de desnudarlos y golpearlos sin piedad, se alejaron dejándolos medio muertos" (Lc 10, 30)

Esa es la "suerte" que han corrido tantas personas de nuestros pueblos y barrios, tantas familias obreras. Esa es la "suerte" de los que han perdido su trabajo o tienen empleos tan precarios e indecentes que no les da para salir de la pobreza; de las familias hipotecadas e incapaces de llegar a final de mes; de quienes habitan los barrios-guetos de exclusión social; de los inmigrantes, que salen de sus países huyendo de una crisis permanente y encuentran precariedad y rechazo.

Y esa es la "mala suerte" que ha entretejido la usura y la avaricia de hombres y mujeres de negocios sin piedad. Esos que han sacralizado la búsqueda del propio beneficio por encima de todo- Una economía que no responde a las verdaderas necesidades humanas y, especialmente, a las de los más pobres no es compatible con el desarrollo humano y con el Evangelio.

Y es que esta crisis económica es, ante todo, una crisis moral crónica. Una crisis de valores instalada en el corazón humano y en el sistema económico y social. Pero también es una llamada a las personas de buena voluntad, especialmente a los cristianos. Es tiempo de Navidad, donde experimentamos que Dios, por amor, se encarna en la debilidad humana. La crisis ha de convertirse en una oportunidad para mirar el rostro de Cristo desde las víctimas.

Es tiempo de Navidad y, por tanto, es tiempo de la caridad política. Una caridad donde el amor y la justicia no se pueden separar. Por ello, queremos comprometernos y mostrar nuestro apoyo a todas las iniciativas encaminadas a buscar soluciones verdaderamente justas. Podemos volver a crecer económicamente pero si no construimos una economía de comunión que ponga en el centro a los más débiles y que redistribuya la riqueza con justicia no saldremos realmente de la crisis moral que vivimos.

La comunidad cristiana queremos celebrar hoy una Vigilia de oración y denuncia de la crisis económica y de los "valores" que la sustentan. Nuestra fe en Jesucristo Resucitado nos hace tener esperanza en el ser humano y en un mundo donde se abra camino el Reino de Dios y su Justicia.

pREIVINDICACION Y QUEJA

nCambios y olvidos en la Navidad N

***Isabel Rodríguez Madrid

***Córdoba

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Cuántos nacimientos arrinconados en los trasteros. Primero irrumpieron los árboles de Navidad, le siguieron muñecos gordinflones de Papá Noel trepando por las fachadas de nuestros edificios. Ahora, con el frío y la lluvia, han aparecido unos lienzos con el niño Jesús colgando de las ventanas como si fueran banderas de algún equipo de fútbol el día después de ganarle a su enemigo, "léase partido amistoso". ¿Cómo hemos olvidado que María y José buscaron una gruta donde cobijarle, al abrigo de una mula y un buey, igual que nos enseñaron en la niñez a reservar el rincón más cálido del hogar y del corazón para albergarle? ¿Será este el final o en los próximo años, truene o nieve, terminaremos colocando a nuestros hijos o nietos, vestidos de pastorcitos, en terrazas y balcones, demostrando a los demás que somos creyentes?

pSANIDAD

nUnas obras de nunca acabar N

***Rafael Alcaide Castro

***Córdoba

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En la primavera pasada, la delegada de Salud visitó las obras del centro de salud de Vistalegre y afirmó, con luz y taquígrafos, que estarían terminadas para el verano. Aquello se veía que era imposible porque no habían terminado ni los escayolistas. No obstante, todos los periódicos titularon que se abría en verano. Entra el frío invierno y el centro de salud sigue sin terminar, por lo que nos tememos que cuando dijeron de inaugurarlo era para el verano, pero del 2010.

RELIGION

La comunidad cristiana ora y denuncia la crisis

Manuel Díaz Sánchez

Córdoba