El 25 de diciembre de 1872, en el teatro Moratín de Córdoba, se celebró un congreso internacionalista. En palabras de Díaz del Moral, fue el primer congreso anarquista del mundo, el primero de los celebrados tras la conferencia de Saint-Imier, en la cual los anarquistas marcaron sus diferencias con los marxistas, una vez que en el congreso de La Haya se puso de manifiesto la imposibilidad de actuar conjuntamente. Los trabajos congresuales de Córdoba finalizaron con el llamamiento a un mitin de controversia, los reunidos retaron "a la controversia a todos los hombres que deseen combatir los principios fundamentales de la Internacional". El acto se celebró el 1 de enero de 1873, pero nadie acudió, pues, según el diario anarquista La Federación , "a pesar de tanto hablar, los defensores de la autoridad y de la propiedad no aceptaron el reto". Los anarquistas proclamaban su victoria por incomparecencia de la otra parte, lo cual no deja de ser un comportamiento un tanto pueril, al suponer que si no acudían era por miedo y porque reconocían la inferioridad de sus argumentaciones.

He recordado este infantilismo político de los anarquistas ante las consultas del domingo sobre una hipotética independencia de Cataluña. Lo primero a tener en cuenta es que el acto no tiene ningún valor jurídico, y ello es importante porque el votante decide de manera diferente si sabe que su decisión puede tener consecuencias reales; además, esta convocatoria solo movilizará a los convencidos de lo que se pregunta, es como esos mítines electorales a los que acuden los que están dispuestos a votar a ese partido. No obstante, en las campañas electorales las grandes concentraciones con los líderes de los partidos se convierten en un instrumento publicitario, pues los medios de comunicación airean el número de asistentes en grandes espacios como palacios de deportes o plazas de toros. Así, la celebración de estas consultas se utilizará como un medio para dar a conocer los planteamientos independentistas. Sin embargo, la otra cara de la moneda está en la interpretación de los resultados, puesto que les pasará como a los anarquistas, y resaltarán el hecho de que ellos no negaron a nadie la posibilidad de expresarse, más en concreto a manifestar su posición favorable al no, de modo que de esa incomparecencia harán una lectura interesada, es decir, resaltarán que la mayoría está a favor de la independencia, cuando el resultado ya era conocido antes de la convocatoria.

Si se me permite la comparación, es como si cualquiera de nosotros recibiera, para su puesta en práctica, una receta de salmorejo, y luego expresara su satisfacción porque el resultado era un plato de salmorejo cordobés. Los nacionalismos se caracterizan por su debilidad teórica y por el ya citado infantilismo en su práctica política. Algunos todavía no han sobrepasado la fase del nacionalismo romántico inicial teñido de tonos trágicos por la necesidad de recuperar un pasado glorioso. En este sentido hay que entender las declaraciones del presidente del Barça, Joan Laporta, al afirmar que "Cataluña se está muriendo, la están matando" y los independentistas ven un responsable: el Estado español. Olvidan que sus instituciones, desde los ayuntamientos a la Generalitat , son parte del Estado. Pero el simplismo de los independentismos no significa ignorar que estamos ante un problema político, que se puede agudizar en los próximos meses y ante el cual no cabe utilizar la táctica del avestruz, sino que también es necesario hacer que se escuche la voz de quienes desde Cataluña proclaman su pertenencia a España y conseguir que se sientan partícipes de un proyecto común, para que nunca puedan decir, como Joan Maragall, que son hijos de España que le hablan en otra lengua y que puedan concluir, como él en su Oda a Espanya , con estas palabras: "Adeu, Espanya!"

* Profesor