Yo recuerdo que en casa, en un patinillo, tenía siempre una palangana vieja de porcelana con unos dos litros de agua y una escobilla. Desconchón que veía en la pared y blanqueo que llevaba a cabo.

Mas me huelo yo que el blanqueo que se cita actualmente en los periódicos y en el resto de medios de comunicación no tiene que ver con esa escobilla.

Y es que ya te lo dicen o puntualizan: el referido blanqueo es "de dinero".

No logro imaginarme esta acción de blanqueo de dinero tal y como la recuerdo de aquellos tiempos pasados, cogiendo, uno a uno, los billetes, y con una brocha blanqueando los billetes de veinte, cincuenta, cien, doscientos y quinientos euros.

Hay que tener paciencia para soportar el encargo, poniendo incluso buena cara.

Una curiosa curiosidad es que la mayor parte de encaladores de los billetes son políticos en activo: concejales e incluso alcaldes.

Dos características más: llevan ejerciendo bastante tiempo esa segunda actividad y, segunda, los jueces parece que tienen un especial interés en que se tomen unas vacaciones, enviándolos a la prisión más cercana.

Al parecer, con el nombre genérico de corrupción se apilaban una serie de actividades que tenían como meta final trincar todo el dinero posible desde la posición de privilegio que ostentan. Así, se habla de cohechos, tráfico de influencias, desvío de fondos...

Y todo esto por millones de euros, que, traducidos en pesetas, son cifras que marean.

Tales ingresos hacen que los beneficiados lleven una vida ostentosa, que suele ser una pista segura y definitiva que lleva a los inspectores de Hacienda a buscar en los paraísos fiscales el movimiento de cuentas porque el blanqueo de dinero no es encalar los billetes de cinco y diez euros.

* Publicista