La UE apareció ayer, al final del Consejo Europeo, con una imagen insólita, la del líder británico Gordon Brown y el presidente francés Nicolas Sarkozy pisando juntos y en aparente armonía el acelerador del tren europeo.

Tras dos semanas de agrios ataques del inquilino del Elíseo a Londres, respondidos por la prensa británica con su habitual acidez y aires de superioridad, los líderes de ambos países hicieron gala de unos modales versallescos, bendecidos por la cancillera alemana Angela Merkel.

LUCHA CONTRA EL CAMBIO CLIMATICO

Ambos dirigentes renovaron la vocación de la UE de encabezar la lucha contra el cambio climático y evitar el fracaso de la cumbre de Copenhague, superando las expectativas creadas sobre la contribución europea.

Para ello, pusieron sobre la mesa paquetes importantes, de esterlinas uno y de euros el otro, obligando así al resto de los 27 a pujar, cada cual según sus posibilidades, pero más de lo que pensaban dedicar al tema, hasta sumar 7.200 millones de euros a repartir en tres años para ayudar a países en desarrollo a combatir el cambio climático.

En la agenda de la reunión también estaba la reducción de las emisiones de dióxido de carbono, que quedó entre un 20 por ciento y un 30 por ciento. Esta aparente ambigüedad tiene por objeto presionar a otros países importantes, como EEUU, China, Canadá y Japón, a sumarse a una elevada reducción.

EL FUNCIONAMIENTO DE LA BANCA

El dúo franco-británico también fue origen y portavoz de dos decisiones sobre el funcionamiento de la banca en esta época de crisis.

Dado el retorno a las prácticas de riesgo en la concesión de enormes primas a los ejecutivos, pagadas ahora en muchos casos con dinero público procedente de ayudas gubernamentales, Sarkozy, y toda la UE de rebote, hizo suya la propuesta de Brown de imponer tasas del 50 por ciento a las primas de los banqueros, una medida que pone a la UE en sintonía con la sociedad.

Ambos líderes propusieron asimismo -y les fue aceptada- la imposición de una tasa a las transferencias internacionales de capitales, desenterrando algo parecido a la tasa Tobin que en momentos de bonanza fue menospreciada y ridiculizada.

No obstante, cabe señalar la dificultad que entraña su puesta en práctica en un mundo globalizado. Solo será posible si la asumen los grandes centros financieros, de Wall Street a Tokio y Singapur.

Viendo la rueda de prensa de Brown y Sarkozy, parecía que la bandera europea quedaba un paso por detrás de la británica y la francesa.