Produce bochorno contemplar el espectáculo político-periodístico de los últimos días, a propósito del Estatuto de Cataluña. Los principales periódicos catalanes (12) se coordinan para publicar un mismo editorial en defensa de la integridad del Estatuto, que resulta ser una presión política intencionada y muy clara sobre el Tribunal Constitucional, que debate su constitucionalidad.

Pero la respuesta de sus colegas de Madrid, singularmente desde El Mundo, Abc y una larga lista de tertulianos, no le va a la zaga: otra vuelta de tuerca sobre las puñetas del Constitucional. Siendo llamativa, por inédita, esa concurrencia de voluntades hasta llegar a un editorial conjunto, resulta aún más sorprendente la contundencia y desmesura con que buena parte de la prensa de Madrid (y no solo de Madrid) ha recibido la iniciativa "nacional" catalana. Que los medios conservadores capitalinos se rasguen las vestiduras ante "tamaña presión" sobre el Constitucional de los editores catalanes, ¡precisamente ellos!, parecería una broma de no ser tan grave el episodio. Fue precisamente esta prensa la que jaleó (y algo más) al PP para que interpusiera recurso de inconstitucionalidad contra decenas de artículos del Estatuto de Cataluña (muchos de de ellos calcados luego en otras modificaciones estatutarias como la andaluza) y la que ayudó a este partido a promover todo tipo de filibusterismos con la intención de "construir" un tribunal favorable a sus tesis. Si su ofuscación no los condujera, en ocasiones, hasta las veredas de la ceguera, deberían haber percibido, tras el arreón mediático catalán, la fortaleza de su sociedad civil, la unidad con la que defienden sus causas, el arma que han puesto en manos de sus instituciones políticas y sociales para que afronten con los mejores augurios aquello que esté por venir. ¿Acaso no se producen de esa manera las naciones en circunstancias parecidas?

* Periodista