El presidente Obama, en un gesto de magnanimidad, ha indultado a Courage y Carolina , dos hermosos pavos, según puede verse en las fotografías reproducidas en los medios de comunicación. Ya no serán sacrificados, como millones de sus congéneres, para que unas familias norteamericanas degusten sus carnes el Día de Acción de Gracias (Thanksgiving Day ). Pasarán tranquila y cómodamente el resto de sus días sin temer que un afilado cuchillo venga a turbar su existencia, que solo causas naturales interrumpirá. La noticia no dice si esta generosidad se extenderá también a su prole o si, por el contrario, sus vástagos tendrán sus días contados por los veterinarios, que determinarán la fecha de su sacrificio según criterios de estricta rentabilidad.

Enternece tanto amor por el pavo, este animal que permitió la supervivencia de los peregrinos del Mayflower , fugitivos de las guerras de religión europeas que buscaron refugio en tierras americanas. El indulto es una tradición entre los presidentes yanquis que no rompió ni siquiera el anterior, es decir Bush júnior, a quien no le tembló el pulso al firmar la orden de atacar a Irak, sabedor de que esta decisión provocaría miles de muertes humanas. Y el propio Obama, tras unas carantoñas a los dos agradecidos pavos, se ha negado a firmar el tratado de prohibición del uso de minas antipersona, estos artefactos que tantos mutilados han dejado en varios continentes.

¿No sería mejor que en un día tan señalado el indulto recayera sobre alguno de los que, en un penal estadounidense, esperan el cumplimiento de la sentencia de muerte que se les ha impuesto? Respeto el amor por los animales, pero somos legión los que creemos que una vida humana, también la de un delincuente, vale infinitamente más que las de dos pavos, aunque sean tan majos como Courage y Carolina .

* Economista